En esta Unidad me remitiré a exponer lo que siempre enseño a
mis alumnos: la mirada educativa de los medios audiovisuales. Por lo tanto, para mis alumnos antiguos no será
novedad sino recordatorio y para quienes por primera vez se inscriben conmigo
se darán cuenta que se trata de algunos conocimientos muy básicos.
“El cine encierra en sí
mismo un enorme potencial formativo si lo utilizamos con un método pedagógico adecuado. Se convierte
así en un inestimable recurso para ensanchar las bases de la formación humanística de niños y
jóvenes, y orientarles en temas como el materialismo desenfrenado, la violencia, la promiscuidad sexual y el
consumo de alcohol y drogas. Si les ayudamos a captar la honda vida humana que encierran las
historias que ven en la pantalla, aprenden a interpretar la vida. (…) Una
larga experiencia me ha llevado a la conclusión de que, en la actualidad, lo
que procede no es tanto «enseñar»
valores a niños y jóvenes cuanto «ayudarles a descubrirlos». De esta forma, ven a salvo su libertad de
búsqueda y su capacidad de iniciativa, y se persuaden interiormente de la importancia de los grandes valores para
su vida. Lograr esa forma de persuasión interior es ineludible pues lo decisivo en la formación no es
tanto conseguir que los alumnos aprendan determinados contenidos cuanto que fragüen convicciones profundas acerca de las
cuestiones básicas de la existencia. Es
distinto saber y estar convencido. Uno se convence de algo cuando lo ve con esa
penetrante mirada interior de la
que nos han hablado los grandes maestros de la vida intelectual y espiritual,
desde Plotino y san
Agustín hasta Thomas Merton y Romano Guardini, dos pedagogos de alto estilo.
«Nuestra época va comprendiendo
claramente -escribe Guardini- que "formar" es algo distinto de
"enseñar", algo distinto
de la adquisición de la ciencia y la ordenación del saber […] No se trata de
exponer normas ya listas
-agrega-, sino de ayudar a buscarlas y descubrirlas», de forma que quien las
conozca se encuentre interiormente
comprometido con ellas y, cuando las exponga, «hable de una verdad que le
afecta»” (Alfonso López Quintás en el Prólogo del libro de Mª Ángeles
Almacellas. “Educar con el cine. 22 películas” Ed. Internacionales
Universitarias. Madrid,. 17)
A
través del cine se adquiere una sensibilidad especial; en este sentido, podemos
hablar de una sensibilidad cinematográfica, de una cultura cinematográfica y,
por lo mismo, de una educación para el cine.
Educar
para el cine implica aprender a ver cine: aprender su lenguaje, pero, principal
y primeramente, aprender a ser espectador del mismo. El gran cine requiere de
un gran espectador que haya aprendido el arte de contemplar (pedagogía de la
admiración), de interpretar una obra que juega con tiempos y espacio, con
escenografías donde nada es casual, con personajes, diálogos, sonidos y
silencios, colores, movimiento, dramatización… El cine es arte que, como tal,
nos exige sensibilidad y creatividad para entrar en diálogo con el mundo que
sus autores nos ofrecen. A través del visionado de filmes, documentales,
fotografía, música, canciones, en fin, de obras de arte, podemos ir afinando
nuestra mirada dialógica, valórica; nuestra sensibilidad estética y afectiva,
moral…. Aprehendiendo y disfrutando de situaciones ficticias de gran poder
expresivo, que resguardan la intimidad, podemos discutir temas que pueden
afectar a muchos; sin temor a hacerlos públicos. ¿No es lo mismo que exige un
mundo que quiere ser respetado, valorado, reconocido en su nobleza? Cuánto daño
hace el profesor que delante de todos dice al niño o joven: “Los alcohólicos
como tú…” “Los ladrones como tú…”
Enseñar a través del cine, la foto, el cuento… nos permite resguardar la intimidad,
el pudor nuestro y de nuestros educandos, al mismo tiempo que hablar de los temas que más tallan nuestras almas.
- “Existe una sensibilidad inicial para el cine, que se puede ir trans-formando en una cultura, en un hábito cinematográfico, en un saber que, a su vez revierte de nuevo en una mayor sensibilidad para el cine, y, en definitiva, para las cosas que el cine nos cuenta. He ahí el carácter educativo del arte cinematográfico”. (Carmen Urpi “La virtualidad educativa del cine” Ed EUNSA, Pamplona, 2000. Pág.137).
El lenguaje del
cine es poesía de tiempos, espacios, sonidos y silencios, palabras,
movimiento. Para un conocimiento básico del lenguaje del cine, remito a un
mayor y valioso material educativo que pueden encontrar en el sitio Web de
Enrique Martínez-Salanova Sánchez: http://www.uhu.es/cine.educacion/cineyeducacion/lenguajecine.htm
Juego de tiempos y espacios
Música en el cine
Pues bien, el
cine con su lenguaje mágico nos permite vivenciar mundos que de otra forma nos
serían desconocidos o lejanos. Se trata
de una vivencia que, como espectadores, nos involucra por entero: intelectualmente, el filme nos lleva a
imaginarnos lo que acontecerá, debemos deducir, completar los vacíos de tiempos
y espacios, hacer analogías con situaciones reales; criticar tanto a personajes de ficción como a actores
y director de cine, guionista… Nos planteamos valórica y afectivamente ante los
personajes y desarrollo de la trama; nos emocionamos y al mismo tiempo
criticamos.
La película nos
entrega una mirada crítica de un aspecto del mundo: la mirada del director de
cine… Una mirada que se presta para la conversación, la discusión posterior;
pues podemos estar o no de acuerdo con esa mirada. De ahí la importancia de la técnica del cine foro como
forma de analizar un filme, estética, moral, religiosa, tecnológica y científicamente.
Respecto esto último, hoy se hace uso
del filme en carreras como medicina, psiquiatría, psicología, historia, filosofía,
arte y educación en general.
El lenguaje del cine es complejo, juega con tiempos y espacios; a través de planos,
movimientos de cámara, computación, sonido, vestuario, escenografía,
dramatización…. No cabe duda que implica
una mente alerta; experimentada en cine, pues el ver otra vez películas va
dando una especie de agilidad de observación e interpretación de muchos
elementos simultáneos. Por ello, una
gran película es una obra de arte que podremos ver miles de veces; pues siempre
sentiremos el mismo goce estético pero cada vez iremos descubriendo más de su
mensaje. En una película tenemos que
distinguir su dimensión técnica, por la cual podemos criticar si los efectos
especiales estaban bien logrados; si el sonido, los planos, color, movimientos
de cámaras eran los adecuados. Pero no
es este aspecto técnico suficiente para evaluarla como excelente o no; pues la
tecnología es un medio que, en cuanto tal, debe ser evaluado respecto si cumple
o no con su misión y función: dar espacio a la creatividad de una obra de arte
bella que, además, exige la entrega de un sentido o mensaje.
Al respecto, es
importante la distinción entre lo
cinematográfico y lo fílmico; donde lo primero hace referencia a lo técnico
y lo fílmico a lo estético y a su mensaje. En la complementariedad de ambas dimensiones,
se basa la belleza del cine, su carácter mágico y educativo. A través de la
tecnología, de la imagen cinematográfica,
el cine consigue un efecto de registro
de realidad; por medio de lo fílmico el cine logra en el espectador una impresión
estética y de realidad creíble, verosímil (no veraz pues el espectador está
consciente de que se trata de una ficción y no de algo real). Es esta verosimilitud la que desencadena la
participación afectiva del espectador. Para que el filme sea verosímil no se requiere
que lo que se cuente sea posible; pues aunque se trate de algo absolutamente
fantástico, sólo se requiere que sea creíble; lo que se logra respetando la lógica
interna de la irrealidad, de la ficción que crea una impresión de realidad mágica
que el espectador acepta. Por ello, las
películas fantásticas igualmente efectivas para transmitir valores; pues
requieren de la imaginación creativa que enlaza fácilmente con los afectos y
valores.
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