UNIDAD I: Introducción

                Nos encontramos existiendo y teniendo que decidir cómo hacerlo
"Set fire to the rain" Adele
                                                                                             

Ajenos a sí mismo, deambulan por calles solitarias o llenas de gente;
da lo mismo, huyen de su propio ser…

                ¿Cuánto nos hemos alejado de nosotros mismos, del verdadero ser que somos?  ¿O ni siquiera hay conciencia de esta lejanía?  Ya en 1982, Karlfried Graf Durckheim , en su libro “El hombre y su doble origen”, decía:  “Privado de su verdad interior, aquella según la cual debiera vivir, el hombre enferma, entristece o se pervierte”  ( Ed. Cuatro vientos, Chile,  pág. 13)  Advertía que la joven generación de entonces necesitaba que los educadores los orientaran no sobre el tener, saber o hacer; sino sobre el ser; pero “bajo la mirada interrogante de los jóvenes, no sólo se presentaban con las manos vacías, sino que ellos mismos eran cáscaras vacías.  No es que fueran malvados y sin méritos.  Se trataba de ciudadanos conscientes, respetuosos de las leyes y de los valores morales, pero, en esencia, no tenían  ni savia ni raíces.” (Ibíd. Pág. 16)   Volver al ser, ensimismarse, re-flexionar (en el sentido de volver sobre sí), dejar los audífonos para escucharse y conocernos… ¿Difícil? ¿No hay tiempo? ¿No es conveniente ni útil? ¿Es más entretenido el exterior, con sus juegos de luces y sombras, velocidad, furia, placer y bebidas energizantes?
              
                 “Los padres,  los educadores, los responsables de la juventud ¿acaso saben que la conciencia repentina de lo que somos por nuestro Ser esencial puede significar el despertar a otra realidad que obliga a una nueva vida?” (Ibíd. Pág. 17)

                Estimados alumnos… recuerdo de mi época universitaria, aquellas clases donde intentaban convencernos de que somos, sentimos y aprendemos como las ratas; sólo que con un cerebro más complejo. Desgraciadamente, eran muchos los convencidos, ante la manipulación de las ratas que los  psicólogos de la época llevaban a clases para, imitando a Skinner, utilizar como modelo del aprendizaje del “animal humano”.  Una y otra vez, para formarse como profesor había que aprender todo tipo de condicionamientos; clásicos y operantes, esto es, por contigüidad o refuerzo. Laberintos, queso al final o corriente eléctrica desde el principio; el profesor sería el condicionante y el alumno el condicionado: gatos, perros, palomas, monos y ratas servían como modelo…. La persona, su dignidad, su discernimiento, su creatividad, su intimidad, su responsabilidad, capacidad de compromiso, el amar, su ser esencial, desaparecían tras el juego interminable de estímulo – respuesta.  “No soy animal… soy persona, actuó por convicciones…” era la frase que me traía problemas, pues era un pensamiento prohibido por la moda conductista que invadía la mente de psicólogos, quienes a su vez “condicionaban” a los futuros educadores.  




                Pero cuando el hombre no piensa, se guía por modas y a ellas se acomoda… Pasó esa moda y vino otra más fugaz que la anterior, pero también dejó huellas: aprendemos imitando; somos imitadores… y nuestra sanidad consiste en adaptarnos al medio.  Otro problema más: “¡No, no somos imitadores!  Cuando pequeños, claro, imitamos los primeros movimientos, sonidos, quehaceres.  Pero lo que nos realiza no es imitar sino descubrir nuestro propio estilo, crear, superarnos, superar los obstáculos y no  engrosarnos la piel o llenarnos de pelo porque hace frío; sino inventar la calefacción o convertir el vellón de oveja en lana.  Por mi parte, era al revés: lo que observaba a mi alrededor, lo único que me aconsejaba era “no debes ser igual que ellos; no te parezcas, idea algo distinto…”.   Pasaron unos quince años...  condicionante y condicionados, imitadores e imitados, aburridos exclamaron lo que, supuestamente, cambiaría sus destinos: ¡Somos constructores de nuestro aprendizaje, construimos nuestro conocimiento…! Entonces, en las salas de clases el profesor dejó de enseñar para ordenar: formen grupos y digan qué piensan sobre esto o lo otro; todo lo que piensen es válido; cada cual tiene su verdad, opinar se confundió con saber y ser con apariencia, felicidad y placer dio lo mismo,  la responsabilidad se rebajó a un me da o no me da la gana, el amor se esfumó para sólo intentar pasarla bien y los programas de farándula fueron el producto estrella….


                Hoy, sumo a mis frases problema otra más:  “La verdad no depende de cada cual, la verdad es lo que realmente es, aunque no nos guste; la verdad se descubre, no se inventa; el arte es creación, la ciencia es descubrimiento… No es lo mismo necesario que importante, ni superficial que profundo, ni fundamento que fundamentado, ni ser que tener o estar…” y bien, aquí estamos, preguntándonos qué es lo más importante de enseñar a quienes desean ser educadores y guías de niños, adolescentes o jóvenes, porque pienso que ese es nuestro deber, misión y vocación: guiar para intentar ser mejores y hacer de este mundo un espacio para la convivencia en paz, la colaboración, la esperanza, la fortaleza, en resumen, para el respeto, la gratitud, el amor.

                “Conócete a ti mismo” frase inscrita en la puerta del templo de Apolo, en Delfos, y repetida una y otra vez por Sócrates a los jóvenes.  Pero las modas descritas (y antes la moda del racionalismo) la sepultaron y, tal como advertía K. Graf Dürckheim, el ser humano se olvidó de su ser esencial para vivir desde y por el tener, la apariencia, el dominar… Por ello, pienso que debemos detenernos para reflexionar sobre cómo reencontrarnos con nuestro ser para luego ayudar a otros a emprender un camino hacia su propia intimidad.  Sé, que caminos hay muchos; éste, el de educar la sensibilidad y formar en valores, es tan sólo uno de ellos; pues pienso que la insensibilidad es una de las enfermedades que aqueja ser actual, llegando en algunos casos  a la perversión.





UNIDAD I: Cordialidad e indiferencia

Cordialidad - Sensibilidad       
                Cuando hablamos de cordialidad, generalmente nos imaginamos una persona amable, cortés, preocupada por atender  a  quienes le rodean.  Y ello es cierto, pero con la palabra cordialidad hacemos referencia a algo mucho más profundo. “Cordialidad”, palabra que deriva del latín “cordis”, corazón; alude a quien pone el corazón en lo que hace; más bien dicho actúa desde el corazón, desde el alma.   La persona cordial mira el mundo con amor: a todos y todo; por lo mismo, crea vínculos, se compromete, se dedica, se encariña, se apega, se hace responsable.  Contrario a la persona cordial, es el indiferente; aquel que pasa de largo, que no se hace problema por nadie, no se encariña ni compromete. El indiferente no crea vínculos, por lo tanto, no sufre ni se alegra con el acontecer de los demás; no echa de menos, no valora, no se compromete, no asume.  El indiferente mira pero no ve, pues es insensible.

La persona sensible es cordial; por oposición al insensible que es indiferente.

            ¿Indiferentes o cordiales? ¿Qué tipo de persona somos? ¿Qué caracteriza al hombre actual: su cordialidad - sensibilidad, o su indiferencia - insensibilidad? ¿De qué forma repercute este actuar, en la vida propia y en la de los demás?
           
            La persona sensible, cordial, sabe de alegrías y tristezas, de echar de menos, de nostalgias, de aproblemarse, de pertenencias: Se siente vinculado a quienes le rodean, los objetos le pasan a ser familiares, los paisajes los siente suyos porque se siente perteneciendo a ellos.  El ser sensible es un ser vinculado, esto es, re-ligado, re-ligioso.  Religado, religioso, del latín re-ligiere, que significa estar doblemente ligado, recíprocamente ligado: Cuando detienes tu caminar para mirar a tus amigos, tus animales, tu barrio, tu escuela, tu país, tu…  los acoges en tu alma y das gracias por la existencia de ellos, porque sientes que dan sentido a tu propia existencia…. Entonces, sientes que nada es casual, que la persona cayó allí – precisamente, frente a ti, para que la ayudaras a levantarse y, de esa forma, la ayuda que tú diste se volvió recíproca porque tu alma se enriqueció con la vivencia y fuerzas del amor.  
Así es, el amor nos re-liga: al dar, nos enriquecemos.

Observación: Ustedes se preguntarán porqué la palabra re-ligión la vinculamos al ámbito de la fe.  La razón es que quien cree en Dios (llámele Alá, Buda, etc), con mayor razón crea vínculos con Él

La persona sensible es re-ligiosa; por oposición al  insensible que se des-liga de todo; incluso, de su verdadero ser.


Necesidad de existir desde nuestro ser y de amar

Necesitamos re-flexionar, volver sobre nosotros para: 

1º Descubrir que somos personas: vinimos a la vida como personas y ello implica el reto de existir como tales. Como seres que poseen una dignidad que implica derechos pero también los mismos deberes.  No somos cosas que se pueden adquirir, reciclar, canjear; no somos vegetales que tienen que esperar el agua para vivir; pues podemos ir por ella; no somos animales que están determinados por su ser biológico y el ambiente; pues podemos modificar ese ambiente y crear artificios que sobrepasen todo límite biológico y ambiental: microscopios, telescopios, celulares, computadores, naves que surcan mares y espacios, armamento…  
2º Descubrir que  siendo personas, como también lo son otros, somos personas únicas: cada uno es uno; somos una personalidad, un personaje; pues no ha habido, no hay ni habrá otro como cada uno lo es.  Somos, por lo mismo, irreemplazables: en  nuestro ser, sentir, hacer; además, somos íntimos: Sólo cada uno puede sentir sus sentimientos, doler su dolor, pensar sus pensamientos, decidir sus decisiones. Esto ratifica nuestra dignidad como personas “una”. 
3º Descubrir que la capacidad de ser conscientes de nuestro ser, nos hace responsables de la existencia que vamos realizando y que, según nuestras decisiones, esa existencia puede ser más o menos impersonal; más o menos alejada de nuestro ser esencial (Llamamos ser esencial al verdadero ser que somos). Necesitamos existir en forma auténtica, ser leales con nosotros, descubrirnos y amarnos, sólo así estaremos en condiciones de descubrir y amar a otros seres que requerirán de  nuestra ayuda para encontrar el camino hacia sí mismos y, desde él, existir, amarse y amar.