Teniendo presente lo que implica educar la sensibilidad y formar en valores, queda por distinguir algunos procesos o fases que llevar a cabo para que nuestros educandos tomen conciencia de la realidad y su valor; de tal modo ellos mismos, sobrecogidos por la realidad, asuman un compromiso con ella, asuman y realicen los valores, haciéndolos formar parte de su ser a modo de virtud.
Mis decisiones trascienden mi ser; mis errores o aciertos no sólo me afectan a mí sino a otros; no soy un ser aislado, cerrado, sino abierto y actuando sobre otros seres. Es más, dada la naturaleza de nuestra realidad, descubriremos más tarde o más temprano, que sólo nos realizamos en el encuentro con los demás y que somos felices en la medida que somos capaces de hacer felices a otros. Es claro, entonces, que sin desarrollar la capacidad de encuentro, no seremos capaces de atender a la verdad de la realidad, ni descubrir la belleza natural como tampoco recrear la belleza de una obra de arte y valorar al artista; tampoco tendremos la fuerza que se requiere para actuar correctamente, a pesar de los obstáculos, ni la sensibilidad para amar al semejante… Si queremos enseñar las ciencias, las artes, las tecnologías, la naturaleza, lo trascendente y el ser humano, debemos aprender a crear ámbitos de convivencia fecundos; por ello, educar para el encuentro debe ser uno de los propósitos centrales de todo quehacer formativo. Ello requiere:
1º Distinguir entre objetos y ámbitos: Si trato las realidades ambitales y las cosas u objetos del mismo modo, confundido, valoraré lo que es útil y despreciaré o rebajaré la dignidad de lo valioso. Las cosas son asibles, utilizables, canjeables, reciclables, a-personales, tienen precio. Las realidades ambitales, llamadas así porque no tienen límites, no son cerradas sino que, en cuanto personales, trascienden la persona a través de sus ideas, creaciones, amor, requieren ser acogidas, valoradas como tales. Ya dijimos que un objeto –un piano- puede ser elevado a realidad ambital, en la medida que una persona lo “habita”: esa interpretación musical que extraigo de “mi piano”, ese regalo que representa un momento único de mi vida, nuestro hogar…, nuestra Universidad… Es la percepción de esta realidad ambital la que nos permite valorar “Es un bello hogar” o “Se trata de una muy bonita casa pero no hay calor de hogar”
b) Distinguir hecho de acontecimiento: Un hecho es un dato observable, medible, encasillable en un espacio y tiempo. Un acontecimiento es un algo que nos acontece, que nos impacta, que conmueve nuestro ser, que no nos deja indiferentes, sino conforma la historia de nuestra existencia. Para captar la diferencia entre hecho y acontecimiento, debo captar su sentido. Para algunos, entrar a la Universidad puede ser un hecho; para otros, un acontecimiento… Para alguien la muerte de su padre puede ser un hecho o dato, para otro, un acontecimiento. Para Marguerite Duras, su viaje a diario en el transbordador fue durante años un mero hecho; un día se transformó en un acontecimiento que la marcó toda su vida y que sólo valoró como acontecimiento años más tarde.
c) Distinguir significado de sentido: El significado lo da la comprensión abstracta de los conceptos. El significado lo encuentro en un diccionario. Así, si sé lo que significan los conceptos “mi”, “padre”, “muerte”; es claro que tendré claro el significado de la frase “murió mi padre”; pero no el sentido tan distinto que tiene esa misma frase dicha en dos personas cuyas vidas han sido entretejidas de muy diversa forma, según él sentido que ha alcanzado en ellas la presencia de su padre... Muchas veces hay incomunicación entre las personas porque a pesar de que ambas usan las mismas palabras, ambas le otorgan distinto sentido.
d) Distinguir entre producto y obra: Un poeta no produce o hace poemas; los crea. Los productos pueden reproducirse en forma automática. Un producto requiere sólo de la técnica que requiere su producción. Cada creación, en cambio, es única; expresa un momento único de un ser también único; lo expresa; lo extiende en el tiempo… El poema “Éramos los elegidos del sol” de Huidobro, surgió en un momento irrepetible y es, por lo mismo, único.
Al crear u otorgar un sentido trascendente, personal a la realidad, la transfiguramos en un sentido de belleza, intimidad o religiosidad: el palo de escoba para el niño se transforma en su caballo; la casa humilde en una morada –hogar; la flor en un símbolo de amor… Es posible crear formas de unidad profundas y fecundas que no implican un apoderamiento o uso de la realidad o de las creaciones realizadas por otros; sino por el contrario, requieren de nuestra actitud de respeto, entendimiento creativo y no por ello manipulación o lejanía. Refiriéndose a esto, Alfonso López Quintás dice: “Una vez vivida esta experiencia, verás con toda nitidez que la libertad y los cauces normativos se complementan cuando se vive de forma creativa; no se oponen”. (“Cómo lograr una formación integral”. Ed. San Pablo. Madrid 1996; Pág. 46). Debemos educar la sensibilidad para que el hombre ame y respete la realidad y no busque sólo apoderarse de ella. Es cierto que también necesitamos usar la realidad pero en ese caso, debemos hacerlo con cuidado, humildad y gratitud; pues una cosa es el uso y otra el abuso. Usamos los árboles para construir nuestras habitaciones, crear una escultura, pero no talamos o quemamos los árboles porque sí, por afán de simple apoderamiento o porque deseamos darnos el placer de destruir, de abusar. Ab-uso es el uso desmedido, sin sentido, sin retribuir a través del cuidado o cultivo.
· Sensibilidad, respeto, responsabilidad, justicia, prudencia e inspiración se unen cuando vivimos desde y hacia lo profundo, lo valioso, lo fecundo...cuando somos capaces de abrir nuestro entendimiento, nuestro “corazón” para otra realidad que me solicita o inspira… Para acoger una obra o una realidad ambital, debo re-crearla, vivenciarla, interpretarla, hacerla íntima hasta que reviva en mí. La obra renace gracias a mí y a su vez me potencia, inspira, realiza. Es una experiencia reversible: “voy en busca de una obra y la configuro en virtud del impulso que ella misma me otorga” (Ibíd. Pág. 46). Esta experiencia es requisito para existir en plenitud los ámbitos personales: amorosos, artísticos, científicos, éticos, religiosos, etc. Se trata de ser capaz de llevar a cabo la experiencia de encuentro: experiencia reversible que se das entre seres personales; entreveración de almas; diálogo. El encuentro me apela, me suscita, me inspira…voy al encuentro no bajo al esquema dices-efectúo o actúas-padezco sino co-participamos, co-creamos, nos invitamos, hacemos nuestro, colaboramos. Por ello el encuentro requiere de amabilidad versus violencia, confianza versus temor; valoración versus abuso.
· La finalidad educativa -o usando el lenguaje de moda- la “competencia” que todo educador debe poseer, es la de enseñar a fundar ámbitos fecundos de recreación y encuentro. A lo largo de la vida descubriremos que cada realidad (nosotros mismos) no somos cosas sino ámbitos, posibilidades que se abren y ofrecen una riqueza insondable de posibilidades a la mirada inspirada, sensible, creativa.
r
0 comentarios:
Publicar un comentario