UNIDAD II: Distinguir entre las realidades - objeto o útiles y realidades - transobjetivas o dignidades.

     Debemos enseñar a distinguir las realidades materiales –visibles, objetivables- de las realidades transobjetivas, esto es, no materiales, por lo tanto, no reducibles a objeto o cosa.  Alfonso López Quintás cuenta la siguiente anécdota:   

      “Le pregunto a un niño de unos cuatro años si tiene un pañuelo, y me dice que sí. « ¿Dónde lo tienes», agrego. Y él señala el bolsillo. Hago lo mismo respecto a un bolígrafo, y el niño me indica que lo tiene en la carpeta. Hasta aquí todo transcurre de forma normal. El niño no muestra la menor extrañeza ante mis preguntas. Pero seguidamente le pregunto cuántos años tiene. El extiende sus deditos y me dice «cuatro». Entonces, con toda seriedad le pregunto dónde los tiene. De ordinario, el niño se queda mirándome, no responde y esboza una sonrisilla. Esta sonrisa denota que mi pregunta le resultó chistosa. De hecho, es un chiste. El niño no sabe dar razón de ello, pero intuye que algo en mi pregunta no encaja. Y, como la falta de encaje es provocada por un descenso de nivel, le resulta cómico” 

     Tenemos las realidades “objeto”, “cosa”, “cuerpo”, “materia”, perfectamente delimitables en el espacio, visibles, mostrables.  Pañuelo, bolígrafo son “cosas”, ocupan un lugar en el espacio; por lo tanto, tiene sentido preguntar dónde están. La edad de una persona, su alegría o angustias, corresponden a otro tipo de realidades; se trata de realidades transobjetivas, personales, no son cosa ni parte de una cosa u objeto guardable o mostrable.  La belleza personal, por ejemplo, pertenece a un ámbito personal, un ámbito superior al cuerpo, un ámbito muy real pero no visible ni mostrable sino expresable a través de una biografía, una mirada, una acción, una obra… Por supuesto, se trata de realidades sólo captables por quienes tienen la sensibilidad para hacerlo.  En el caso  que cuenta López Quintás, el niño no entiende, no puede dar una explicación académica sobre dónde tiene guardados sus cuatro años; sólo sonríe porque intuye que la pregunta no tiene sentido; es un absurdo.  Lo mismo acontece cuando nos preguntan cuánto amamos a alguien… ¿Un kilómetro, una tonelada? De ahí las respuestas de quienes intentan expresar todo su amor con un: “Te amo de aquí al cielo o a la eternidad”. 

      Así, debemos educar para distinguir casa de hogar; edificio de universidad, perro de compañero de ruta, alumno de persona humana, llanto de dolor, felicidad de placer, instrucción de educación… Mientras no distingamos estos diferentes niveles de realidad, seremos seres personas insensibles que no sabemos de ciencia, arte, política, patria, naturaleza, religión, familia, amistad, educación o amor pues pondremos en un mismo nivel de jerarquía lo comprable y lo digno; lo urgente y lo valioso, lo profundo y lo superficial, la presencia y la apariencia.  
Grab Torino 

·      Respeto: La distinción entre realidades – objeto y realidades - transobjetivas, nos vinculará necesariamente con la virtud que llamamos respeto.  El respeto es la actitud ante un igual, es la actitud de dignidad ante otra dignidad, el reconocimiento de su valor como  persona.  También se llama respeto reverencial a aquel que manifestamos ante quien reconocemos como superior en una dimensión en la cual nosotros nos encontramos en un nivel inferior: Podemos sentir un gran respeto por un gran artista, por un ser de actuar heroico, por un gran médico o científico, educador, religioso, etc.  El símbolo de todo respeto es la reverencia.  

     La realidad cosa es objeto y nada más.  Ahora bien, un objeto puede ser elevado a nivel personal, pasando a ser una expresión personal más, esto es, se reviste de la dignidad personal que le dignifica, personaliza: Así, el cuerpo ya sin vida de una persona, una obra de arte, las realidades que llamamos mi casa, mi escuela, mi país, mi bandera, mi rosa decía el Principito, mi mascota, mi anillo de compromiso…  Así, la bandera, los símbolos religiosos, tu casa… pasan a ser  respetados en cuanto representan una historia de vida personal.

·      Burla, escarnio, desprecio: Por el contrario, la expresión de falta de respeto es la burla con la cual pretendemos rebajar la dignidad de un ser personal ante otras personas: La burla es, por otra parte, expresión de malquerencia o sentimiento de placer que surge al dañar la imagen de otro, rebajando su dignidad. El escarnio es la burla llevada al máximo, expresando una odiosidad difícil de conciliar pues involucra al ser completo como persona y no a un aspecto de él como sería el caso de un burla que a veces es producto de una insensibilidad por parte del burlesco o situación momentánea.  La malquerencia es distinta al desprecio  pues al despreciado se lo excluye de toda atención.  Quien desprecia no nombra al despreciado.

·      Gratitud es otro de las virtudes a formar: Gratus, agradar, agrado, gratitud, gratuito, congratular, gratificar, agradecer... Recibir un don, un regalo, nos agrada y lo agradecemos ¿o no? Se agradece no propiamente lo regalado sino el acto de regalar, la benevolencia puesta en él; su gratuidad. Por ello cada regalo es único; porque el acto de regalar es único. Es cierto que muchos degradan el acto de regalar, convirtiéndolo en una verdadera transacción comercial, en un negocio. Sólo quien es capaz de ir más allá de lo objetual es capaz de descubrir los valores más altos, inscritos en las acciones más simples, en las realidades más aparentemente pequeñas. Sólo el hombre que respeta puede descubrir el valor de la existencia y agradecer se le haya sido donada y puesto en el centro del infinito Universo.

     El ser humano sensible ama, respeta, agradece.  Agradezco tu existencia dice el amado. Agradezco mi existencia, la del Universo y las potencialidades para constituirse en descubridor y co-creador. Es más, conscientes de no haber sido los creadores de la propia existencia, ni del Universo, surge una mayor gratitud porque se está consciente de que son dones. Únicos, irrepetibles, irreemplazables en medio de tanta inmensidad y misterio, con la capacidad de ser conscientes de todo ello y de direccionar las potencialidades que se nos ofrecen, dando un perfil a este Universo… Beethoven, Neruda cada uno trascendiendo a través de sus obras que nos privilegian. No cabe duda; la alternativa es ser agradecido o desagradecido.

Al igual que en el respeto, el agradecimiento requiere de nuestra detención para contemplar y admirar todo lo que se nos oferta gratuitamente: ser conscientes de ser, poder apreciar la belleza de un amanecer, de una melodía, de una persona, de un cuento y, si eres creyente, de Dios, o como le llames. Agradecemos a quien nos regala. Por último, tengamos presente que es igual de importante saber recibir un regalo, ser agradecido; como saber regalar. Se da con el alma; quien da con indiferencia, no da; a lo más, cumple con un formulismo por apariencia o para evitar un mal rato; no sentirse incómodo. Igualmente, quien da para dominar o mostrar superioridad, tampoco regala sino agrede. Regalar requiere amar, generosidad, respeto. Se regala un sentido no un objeto en cuanto funcional.

Generosidad y solidaridad

Sólo el hombre que respeta puede mantener la distancia necesaria para dejar ser sin reducir, sin dominar; sino, por el contrario, solidarizar. Solidarizar, solidus, sólido, soldado, soldar, consolidar… Cuando las personas tienen valores asentados en su alma, tienen convicciones, son sólidos en los cuales se puede confiar. Los líquidos, en cambio, no mantienen una forma propia sino que adoptan la del recipiente; no se puede confiar en ellos como sustento, como base. Pues bien, se es solidario cuando se va al encuentro de quien también va tras los mismos valores, aunque sea por caminos distintos y con distinto estilo. Se es solidario porque entonces, ya no se va solo sino en unión con otros, complementándose, formando equipos, liderando. Un coro es un equipo conformado por distintas voces que armonizan porque se ponen al servicio de un sólido que es la recreación de una obra. Un mismo ideal une en generosidad a los hombres de bien; por sobre las diferencias de ideas, costumbres y credos. Y no puede ser de otra forma; pues quien respeta es solidario y, por lo mismo, generoso.

·         Generosidad, genus, gen, generar. Se es solidario en la construcción, esto es, en la generación de un bien, de un valor. El solidario coopera con otro en la generación de la obra. Por ello, el violento no es solidario ni generoso; sí puede ser cómplice.  El cómplice, contrariamente, se junta con otros pero en orden a degenerar, destruir, desvalorar. Así, los cómplices destruyen valores, personas, naturaleza… debemos educar la sensibilidad para que el ser humano, cordialmente, respetuoso, agradecido, valore y solidarice generosamente, en la construcción de un mundo mejor. Sólo así trabajaremos por el surgimiento de una cultura de la solidaridad y no de la competencia que impulsa la envidia, la avaricia, la inequidad…

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