Hay
soledades y soledades. Hay soledades que nos aíslan y vuelven insensibles…. Hay
soledades que angustian; otras, incluso terroríficas. Hay soledades que son indispensables para
descubrirse y amar, para encontrarse consigo mismo y con los demás. Hay soledades plenas de luminosidad, de
riqueza interior, de mística, de recogimiento, acogimiento y sobrecogimiento...
¿Cuán solos o solas se han sentido? ¿Han sido soledades amadas o temidas;
soledades buscadas o evadidas? ¿Y, contrariamente, han sentido la necesidad de
estar solos, sin encontrar un lugar y un tiempo para ello? ¿Qué situaciones de
soledad han vivenciado y desde qué nivel de ser: físico, psicológico,
espiritual? Estar solos, sentirse solos, ser solos: tres formas distintas de vincularse con la soledad…
Una de las mayores preocupaciones de los
padres, en la medida que el hijo es un crío, es decir, que no es autónomo; sino
dependiente, pues sin la supervisión y ayuda de un mayor, su subsistencia
correría peligro, es procurar alguien esté junto a él para satisfacer sus
necesidades de alimentación, nutrición, limpieza, resguardo de los peligros y, si
es posible, lo entretengan y enseñen algo:
una nana, un jardín infantil, un pariente o vecina muchas veces son
requeridos o contratados: Lo importante para los padres, en general, es que “el
niño-a no esté solo-a”. Así, tenemos que
el ser humano, desde muy temprana edad, empieza a tener la experiencia de
sentir que tiene alrededor suyo muchas personas que satisfacen sus necesidades
de subsistencia y de entretención; pero nada más… Y el niño de meses o de pocos
años, rodeado de “tías”, otros niños, juguetes y estímulos, a pesar de todo
ello, hay momentos que –en una especie de letanía, llora llamando a “su mamá, papá o tata…”,
hasta quedarse dormido... Por la misma
razón, más adelante, ya convertido en adolescente, joven, adulto o anciano, lo
encontramos huyendo de la soledad y, para ello, internándose en fiestas que
nada celebran, pues sólo buscan los juguetes de antes que, desgraciadamente,
ahora son alcohol o drogas, espectáculos grotescos, el ruido ensordecedor,
parpadear de luces, humo o el riesgo de la velocidad. La
compañía se comercializa; se vende y se compra… porque se sabe que el
hombre de hoy – niño, joven, adulto, anciano- no quiere estar solo. ¿A qué teme el hombre que no quiere estar
solo?
Siempre recuerdo el caso
relatado por un médico psiquiatra: Su hija nació con el corazón de gran tamaño;
no viviría más allá de los 5 años a menos que se le operara, con un riesgo de
muerte del 80 %. Los padres intentaban
demorar la decisión pero un día, cercano a los cuatro años de la niña; hubo que
decidir, pues se agravó y ya no había más opción: Fue una operación muy difícil,
tuvieron que dejarla en un coma inducido del cual no sabían cuándo saldría, si
lo llegaba a hacer. Ambos padres no
podían estar siempre al lado de la niña; pues requerían ellos mismos ir por
remedios u otros especiales y atender a los otros hijos, también de corta edad,
muy angustiados por su pequeña hermana.
Decidieron madre y padre turnarse para estar junto a la niña quien
además estaba conectada a diversas máquinas y tubos que le impedían moverse y,
cuando volviera en sí, emitir algún sonido…De pronto, al cuarto o quinto día
posterior a la operación, abrió sus ojos que se quedaron fijos en su
padre. El padre emocionado se acercó
para tranquilizarla pero la niña, haciendo un esfuerzo que médicamente era
imposible emitió un sonido gutural: Mamá… El padre, le acarició la cabeza y
explicó “Mamá está por llegar fue a buscar algo para ti; no se ha movido de tu
lado; ya viene…” La niña insistió: “Mamá… Tú no… malo” El padre no pudo evitar llorar… Las primeras
frases de su hija que volvía a la vida lo echaban de ella…. Siempre la había
considerado su regalona Luego, pasada la emoción, lo entendió… La hija clamaba
la protección tenida en el útero materno; cuando se inició a la vida, en un
vínculo inigualable con la madre y éste era un nuevo nacer a la vida y muy
extremo...
Por supuesto, quien ha perdido
la sensibilidad y cae en la indiferencia, o será capaz de crear vínculos con
nada ni nadie; tampoco sabrá de la nostalgia de su pueblo, casa o escuela
o de echar de menos a un ser amado. Será insensible al dolor de los demás; no
entendiendo esta soledad. Por ello entendí muy bien a los habitantes de Chaitén
cuando a raíz del terremoto de años pasados y riesgos futuros, se les dijo que
no se volvería a habitar Chaitén: estaban desolados… Les ofrecían otros lugares
para recuperarse económicamente; pero los vínculos, los recuerdos, no son
comprables ni canjeables.
Adele - Don't you
remember -
2.3 El
aislamiento: Es la soledad que siente quien se siente
socialmente rechazado, no considerado, en dos sentidos:
a) No sentirse significativo: Somos seres significativos
para el Universo, para el mundo; puesto que somos únicos e irreemplazables: no
existe, ha existido ni existirá alguien como tú o como yo. Por lo mismo, la
persona necesita ser considerada, valorada, respetada. Necesita sentir que su aporte a este mundo,
sea limpiar sus calles o una herida; enseñar a escribir o a descubrir las
galaxias, merece ser reconocido. Y es
verdad, no podrían existir médicos, arquitectos ni poetas, si no existiera un
limpiador de calles o hacedor de zapatos.
Pero el ser humano, al perder la sensibilidad, ha dejado de lado la
gratitud, la consideración. Este
sentirse aislado implica un sentirse intrascendente para los demás y, por lo
tanto, sentir que su vida y esfuerzos no tienen mayor sentido ni valor. Este aislamiento, se vuelve en un auto-aislarse,
un alejarse de los demás, con la consiguiente sensación de fracaso, baja
autoestima. En los jóvenes influye de
tal modo, que lo que es propio del
carácter conflictivo de la adolescencia, debido a la inseguridad natural de esa
etapa, se profundiza y prolonga en edades adultas. Junto a ello cunde el desánimo,
marginación y, al no sentirse representados socialmente, sobreviene la agresión
y hostilidad contra “los otros”. Para
hacerse sentir, estos jóvenes absolutamente desorientados, con la falta de
experiencia de vida (propio de lo poco vivido), con la falta de guías creíbles
y, al mismo tiempo, con manipuladores siempre cercanos; pues saben que son de
fácil engaño, debido a un “idealismo ingenuo”, terminan de hundirse en el
anonimato de las masas juveniles, manejadas, precisamente, por “los
otros”. Así, es propio que presenten una
falta de concordancia entre lo que dicen y sus acciones; entre las normas, lo
privado y lo público.
El hombre se siente solo cuando
sus iniciativas no son consideradas, cuando para nadie es importante su presencia
real, su pensar, sentir; cuando a lo más pasa a ser un objeto más entre cientos
o miles, cuando no interesa su nombre. Cada vez son más las personas que nunca se han
sentido valoradas, que nunca han sentido que son irreemplazables para alguien;
se han sentido un solo un número más; simples instrumentos o molestias anónimas,
sin rostro. Por ello les es fácil
renunciar a la identidad y disolverse en diversos colectivismos: decir, vestir,
pensar, cree y hacer lo mismo.
b) No sentirse representados: Obviamente, sienten a los
demás ajenos, inauténticos, no confiables y, por lo mismo, no representativos
de ellos; el problema es que –por ser jóvenes, no han acumulado las
experiencias de vida desde las cuales se extrae la sabiduría de vida que no se
encuentra en los libros porque es biográfica; autobiográfica. Neruda en “Walking
Around”
-
Sucede que me canso
de ser hombre.
-
Sucede que entro en
las sastrerías y en los cines
-
marchito,
impenetrable, como un cisne de fieltro
-
Navegando en un
agua de origen y ceniza.
-
El olor de las
peluquerías me hace llorar a gritos.
-
Sólo quiero un
descanso de piedras o de lana,
-
sólo quiero no ver
establecimientos ni jardines,
-
ni mercaderías, ni
anteojos, ni ascensores.
-
Sucede que me canso
de mis pies y mis uñas
-
y mi pelo y mi
sombra.
-
Sucede que me canso
de ser hombre.
-
Sin embargo sería delicioso
-
asustar a un
notario con un lirio cortado
-
dar muerte a una
monja con un golpe de oreja.
-
Sería bello
-
ir por las calles
con un cuchillo verde
-
y dando gritos
hasta morir de frío
-
No quiero seguir
siendo raíz en las tinieblas,
-
vacilante,
extendido, tiritando de sueño,
-
hacia abajo, en las
tapias mojadas de la tierra,
-
absorbiendo y
pensando, comiendo cada día.
-
No quiero para mí
tantas desgracias.
-
No quiero continuar
de raíz y de tumba,
-
de subterráneo
solo, de bodega con muertos
-
ateridos,
muriéndome de pena.
-
Por eso el día
lunes arde como el petróleo
-
cuando me ve llegar
con mi cara de cárcel,
-
y aúlla en su
transcurso como una rueda herida,
-
y da pasos de
sangre caliente hacia la noche.
-
Y me empuja a
ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
-
a hospitales donde
los huesos salen por la ventana,
-
a ciertas
zapaterías con olor a vinagre,
-
a calles espantosas
como grietas.
-
Hay pájaros de
color de azufre y horribles intestinos
-
colgando de las
puertas de las casas que odio,
-
hay dentaduras
olvidadas en una cafetera,
-
hay espejos
-
que debieran haber
llorado de vergüenza y espanto,
-
hay paraguas en
todas partes, y venenos, y ombligos.
-
Yo paseo con calma,
con ojos, con zapatos,
-
con furia, con
olvido,
-
paso, cruzo
oficinas y tiendas de ortopedia,
-
y patios donde hay
ropas colgadas de un alambre:
-
calzoncillos,
toallas y camisas que lloran
-
lentas lágrimas
sucias.
Desesperanza, no confianza en
los demás ni en sí mismos; pues, en lo más íntimo, saben que están confundidos,
unidos a la fuerza e ímpetu propios de la juventud, dan lugar a un derroche de energías vacías de
ser, por lo mismo, inauténticas, destructivas sí y de todo.
2.4 Soledad de desencuentro: “En medio de las mayores orgías, en medio de las más bellas mujeres, yo
siento por entero mi soledad. Y veo en los
rostros de los hombres que con ellas danzan, que ellos también sienten su
soledad. Pero yo he sabido conservar mi
juventud espiritual dentro de mi vida austera, en cambio, ellos que han
querido emborrachar sus soledades, han
perdido todo vestigio de juventud y me miran llenos de nostalgia y ansiedad,
como lo camellos miran el oasis tras un largo andar.” (Vicente Huidobro en su
reflexión “Al amigo solitario”) El
encuentro sólo se puede dar entre almas que tienen capacidad de diálogo, fuerza
expresiva, que son capaces de captar el valor que trasciende una mirada de los
seres como meros objetos. Sucede que
existen vidas paralelas entre las cuales no
hay ninguna posibilidad de encuentro, de diálogo. Están aquellos que se mueven a nivel del
tener y quienes se mueven a nivel del ser.
Los primeros tienen por finalidad tener
cada vez más: tener más reconocimiento social y económico, tener más
poder. Los segundos, tienen como
finalidad ser mejores para hacer del
mundo algo mejor, aunque sea a costa de muchos sacrificios en el orden del
tener. Imaginen un matrimonio donde ella
llega a casa …Muy emocionada, cuenta al esposo que la causa de su alegría es
que, después de muchos esfuerzos, logró que el alumno x entendiera una materia
o logró que confiara en ella para ayudarlo a mejorar su autoestima… El marido
la mira y pregunta “¿Y vale la pena todo ese esfuerzo, acaso te van a pagar
más?” Al mismo tiempo, cuenta a su
esposa que él, en cambio, ha logrado su mayor anhelo: Cambiar el auto actual
por un último modelo espectacular, de tal modo será la envidia de sus
compañeros… La esposa lo mira y trata de expresar alegría; además, se obliga a
ser amable y felicitarlo (inautenticidad) Es evidente, entre ellos no hay
posibilidad de diálogo, de encuentro.
Estar al lado de quienes viven en ámbitos paralelos, nos hace sentirnos
solos, desvinculados, sin posibilidad de encuentro: el aburrimiento, hastío se
hace presente. Unos al lado de los otros
–sólo vecinos- pero sintiéndose
tremendamente solos; por ello, muchos caen en lo que expresa Huidobro:
“Emborrachan sus soledades”; lo que es otra forma de huir. Para que haya
encuentro, se requiere de dos realidades que superen la mirada del otro como
cosa, medio, objeto mensurable, delimitable, asible.
3. Soledad
esencial o soledad ontológica. Es la soledad de la intimidad y del ser
“uno”, esto es, únicos. Es la soledad que expresa nuestra dignidad de ser;
implica autonomía, auto-posesión. No se
trata de un sentirse solo o estar solos
sino de ser solos, por lo tanto, no
es un estado de soledad del cual se pueda salir o que puede variar, de tal modo
decir: Ahora no soy solo. En cuanto somos
únicos, íntimos, irrepetibles y, por ello, irremplazables en el Universo,
tampoco somos numerables, a menos que de cada uno de nosotros se diga “uno”. No
existe la especie “yo”; pues siendo ambos personas; cada uno es una forma única
de ser persona. No numerables; sólo
somos nombrables. Nuestra soledad de
ser, asegura nuestra libertad de ser y una intimidad no cerrada sino
trascendente, que, por lo mismo, es capaz de acoger en sí misma al otro
personal, a la naturaleza, a Dios.
Acogido el amado en nuestra intimidad, nos ensimismamos para amarlo,
analizar nuestra propias vivencias y el sentido que tiene en nuestra existencia
y en la de los demás. Así, mientras para
algunos la mujer que yace atropellada en el suelo, esperando la ambulancia, es
sólo un conjunto de datos (sexo, nombre, edad, presión, etc.); para otros es
mucho más… El invierno pasado, a eso de
las 20 horas, un bus atropelló a una mujer de unos 57 años, frente a nuestra
Universidad; al lado de ella, la cartera y una bolsa con pan y algo más… Pensé
¿la estarán esperando? ¿Qué sucederá cuando pasen las horas y no llegue…? ¿Y si la espera el esposo y es mayor; o la
espera el nieto al que cuida....? Y ella, cuando vuelva en sí…. ¿Cuáles serán
sus preocupaciones? ¿Cuál es su mundo y, en él, qué implica este atropello y
las consecuencias del mismo? Son los
requisitos del encuentro… un entendimiento creativo, sensible, indagador de
realidades que no son visibles sino amables y entendibles; pues lo esencial no
es visible a los ojos.
Ser creativo implica descubrir y valorar las posibilidades que me
ofrece una realidad, de acuerdo con su valor de ser y situación en que se
encuentra. Ello implica no distanciarme
pero tampoco fusionarme con la realidad, sino respetarla para admirarla y
acoger su verdadero ser y valor: requiere de una sensibilidad que exige
actuemos desde nuestro ser esencial. Vamos a imaginar 3 casos:
Caso 1: Juan y Ana
son un matrimonio. Juan avisa a Ana: “Hoy saldré del trabajo más temprano:
Espérame a eso de las 21.00 horas” Ana
no tiene capacidad de encuentro; mira el reloj: tiene 3 horas de espera; se pregunta qué hace
mientras tanto…. Adelanta trabajo para el día siguiente; sale rápidamente a
comprar; se sienta a ver televisión y, como todos los días, pone la mesa para
comer; pues Juan y ella tendrán hambre.
Ana entiende el esperar como esperar que pase el tiempo cronológico y a
Juan lo aprehende como el hombre que después del trabajo llega con hambre y
cansado; por lo cual esa debe ser su preocupación para con él y para con ella
misma. Ana tiene una visión objetual
(como objeto) de ella y de Juan, sólo logra una relación objetiva:
estímulo-respuesta, necesidad-satisfacción.
Se mueve no en el ámbito del amor sino del querer. Es lejana a su ser esencial y al de Juan; no
tiene iniciativa, no tiene creatividad. Sólo
piensa que así podrán dormirse antes y descansar.
Caso 2: Carlos y
María son un matrimonio. Carlos avisa a María: “Hoy saldré del trabajo más
temprano: Espérame a eso de las 21.00 horas”
María tampoco tiene capacidad de encuentro; al igual que Ana, se mueve
en el ámbito objetual pero es lejana a su ser esencial y al de Carlos porque es
dominante, subyuga a Carlos; sólo piensa en sus propias necesidades. Sin preguntar más, dice a Carlos: ¡Qué bueno,
entonces te espero lista para que visitemos a mi hermana; aprovechas de
preguntarle a su marido dónde contrató el servicio para ponerle soporte al
televisor. Antes, pasa a “X” lugar y
compras una botella de vino, otra de pisco, un pollo preparado y algo para
agregarle; tenemos que llevar algo para entretenernos porque ustedes son muy
aburridos. Yo alcanzo a ir a la peluquería;
si llegas antes, me esperas. Descansa un rato y saca al perro. Este es un caso
de “ahogo” de la otra persona, de no consideración, no valoración, de fusión.
Caso 3: Gabriel y Javiera
son un matrimonio. Gabriel avisa a Javiera: “Hoy
saldré del trabajo más temprano: Espérame a eso de las 21.00 horas” Javiera tiene capacidad de encuentro. Javiera se alegra y piensa qué puedo hacer: Tendremos
tres horas más que lo habitual para compartir. La voz de Gabriel sonaba alegre,
descansada. Rápidamente mira la casa
para ver cómo hermosearla: Una flores; la música que a ambos trae recuerdos
estará lista. Las pantuflas de él, su bata… sobre la cama. El perro hay que sacarlo a pasear de
inmediato e ir hasta la esquina para comprar algo especial… unas aceitunas,
unas papitas saladas y un postre helado, más un vino añejo para hacer un
brindis: Está emocionada; desea agradecer
de esa forma todas las atenciones y esfuerzo de Gabriel para con ella,
los suyos y la construcción de ese hogar… Ahora el tiempo justo para arreglarse
ella; quiere verse hermosa, especial… Javiera y Gabriel saben que esperar no es
dejar pasar el tiempo sino crear un ámbito de espera. Gabriel llega a casa con una caja de bombones
para Javiera y una flor que cortó en el camino porque sabe que ella guardará uno
de sus pétalos y le pondrá la fecha de ese día.
En el caso 1 y 2 no hay
capacidad de encuentro sino vecindad y distanciamiento del ser esencial: en el
caso uno hay indiferencia y distanciamiento; en el dos, hay fusión y búsqueda
de externos –la comida y el vino- para fusionarse y divertirse. En el caso tres, hay encuentro, cordialidad,
celebración, conocerse, respetarse, colaboración, gratitud: sensibilidad y
valores que son expresión del amor que siente quien vive desde el ser esencial.
Esta soledad que implica
ensimismamiento, identidad, actuar desde sí, autenticidad, exige de la
sensibilidad para captarse como único, como realidad personal y acoger a los
demás del mismo modo. Ello implica pasar
etapas, vivir experiencias que posibiliten la toma de conciencia de lo que
implica ser personas, ser íntimos (el hecho de que nadie puede sentir por ti tu
dolor o alegría, nadie puede existir tu existencia), tener privacidad (educar
el pudor para tomar conciencia de qué es lo público y qué es lo que se comparte
no con todos sino con la familia, los amigos, la pareja… Aprender a ensimismarse, a pensar y amar al
otro; aprender a responsabilizarse y comprometerse, en la misma medida que nos
vamos independizando; aprender a respetar, a ser agradecidos. La educación de la sensibilidad exige educar
en valores y educar en valores exige educar la sensibilidad. Ambas cuestiones deben procurarse simultáneamente.
Necesidad de soledad: Requerimos de la soledad y del silencio para ensimismarnos, para
descubrirnos y descubrir el valor de aquello y aquellos con quienes vamos
construyendo nuestra propia historia de vida: En realidad cuando estamos a
solas con nosotros mismos o, en el caso del creyente en dios, con Él, se está solo pero sin sentirse solo.
El peligro es que quien conoce esta
soledad, después de una vida social vacía, no la considere como una forma de encuentro
consigo y con los demás, para luego dar de sí mejor; sino se regocije en ella,
prolongando la conversación consigo mismo y cayendo en una neurosis o
solipsismo. Lo importante es la reflexión
sobre sí para comprender cuáles han sido nuestros errores y enmendarlos y no
para exaltarlos, de tal modo que alimentemos la debilidad propia y la de los
demás, sin ver la bondad, la belleza, la veracidad. El hombre se ensimisma para volver más
enriquecido y amar con mayor sabiduría; no para encerrarse en un aislamiento
total o resignarse a llevar una vida de relaciones superficiales, que no le
comprometan y, por lo mismo, le eviten todo sufrimiento. El ensimismamiento es la reflexión tranquila
que aprende a valorar, de tal forma se oriente la sensibilidad hacia lo valioso,
distinguiendo, entonces, sensibilidad de emocionalismo en el cual caen personas
que confunden sensaciones o emociones con el amor.
Sensibilidad para detenernos y dedicarnos a lo valioso y valores claros para remediar o sanar las heridas, las confusiones. Ensimismarnos para saber quiénes somos y cómo acogemos a los demás en nuestras rutas de encuentros y desencuentros. Existir, actuar desde el corazón, con afán de bondad, belleza y verdad; pues esos son los valores que deben despertar y guiar a nuestra sensibilidad.