UNIDAD I: Introducción

                Nos encontramos existiendo y teniendo que decidir cómo hacerlo
"Set fire to the rain" Adele
                                                                                             

Ajenos a sí mismo, deambulan por calles solitarias o llenas de gente;
da lo mismo, huyen de su propio ser…

                ¿Cuánto nos hemos alejado de nosotros mismos, del verdadero ser que somos?  ¿O ni siquiera hay conciencia de esta lejanía?  Ya en 1982, Karlfried Graf Durckheim , en su libro “El hombre y su doble origen”, decía:  “Privado de su verdad interior, aquella según la cual debiera vivir, el hombre enferma, entristece o se pervierte”  ( Ed. Cuatro vientos, Chile,  pág. 13)  Advertía que la joven generación de entonces necesitaba que los educadores los orientaran no sobre el tener, saber o hacer; sino sobre el ser; pero “bajo la mirada interrogante de los jóvenes, no sólo se presentaban con las manos vacías, sino que ellos mismos eran cáscaras vacías.  No es que fueran malvados y sin méritos.  Se trataba de ciudadanos conscientes, respetuosos de las leyes y de los valores morales, pero, en esencia, no tenían  ni savia ni raíces.” (Ibíd. Pág. 16)   Volver al ser, ensimismarse, re-flexionar (en el sentido de volver sobre sí), dejar los audífonos para escucharse y conocernos… ¿Difícil? ¿No hay tiempo? ¿No es conveniente ni útil? ¿Es más entretenido el exterior, con sus juegos de luces y sombras, velocidad, furia, placer y bebidas energizantes?
              
                 “Los padres,  los educadores, los responsables de la juventud ¿acaso saben que la conciencia repentina de lo que somos por nuestro Ser esencial puede significar el despertar a otra realidad que obliga a una nueva vida?” (Ibíd. Pág. 17)

                Estimados alumnos… recuerdo de mi época universitaria, aquellas clases donde intentaban convencernos de que somos, sentimos y aprendemos como las ratas; sólo que con un cerebro más complejo. Desgraciadamente, eran muchos los convencidos, ante la manipulación de las ratas que los  psicólogos de la época llevaban a clases para, imitando a Skinner, utilizar como modelo del aprendizaje del “animal humano”.  Una y otra vez, para formarse como profesor había que aprender todo tipo de condicionamientos; clásicos y operantes, esto es, por contigüidad o refuerzo. Laberintos, queso al final o corriente eléctrica desde el principio; el profesor sería el condicionante y el alumno el condicionado: gatos, perros, palomas, monos y ratas servían como modelo…. La persona, su dignidad, su discernimiento, su creatividad, su intimidad, su responsabilidad, capacidad de compromiso, el amar, su ser esencial, desaparecían tras el juego interminable de estímulo – respuesta.  “No soy animal… soy persona, actuó por convicciones…” era la frase que me traía problemas, pues era un pensamiento prohibido por la moda conductista que invadía la mente de psicólogos, quienes a su vez “condicionaban” a los futuros educadores.  




                Pero cuando el hombre no piensa, se guía por modas y a ellas se acomoda… Pasó esa moda y vino otra más fugaz que la anterior, pero también dejó huellas: aprendemos imitando; somos imitadores… y nuestra sanidad consiste en adaptarnos al medio.  Otro problema más: “¡No, no somos imitadores!  Cuando pequeños, claro, imitamos los primeros movimientos, sonidos, quehaceres.  Pero lo que nos realiza no es imitar sino descubrir nuestro propio estilo, crear, superarnos, superar los obstáculos y no  engrosarnos la piel o llenarnos de pelo porque hace frío; sino inventar la calefacción o convertir el vellón de oveja en lana.  Por mi parte, era al revés: lo que observaba a mi alrededor, lo único que me aconsejaba era “no debes ser igual que ellos; no te parezcas, idea algo distinto…”.   Pasaron unos quince años...  condicionante y condicionados, imitadores e imitados, aburridos exclamaron lo que, supuestamente, cambiaría sus destinos: ¡Somos constructores de nuestro aprendizaje, construimos nuestro conocimiento…! Entonces, en las salas de clases el profesor dejó de enseñar para ordenar: formen grupos y digan qué piensan sobre esto o lo otro; todo lo que piensen es válido; cada cual tiene su verdad, opinar se confundió con saber y ser con apariencia, felicidad y placer dio lo mismo,  la responsabilidad se rebajó a un me da o no me da la gana, el amor se esfumó para sólo intentar pasarla bien y los programas de farándula fueron el producto estrella….


                Hoy, sumo a mis frases problema otra más:  “La verdad no depende de cada cual, la verdad es lo que realmente es, aunque no nos guste; la verdad se descubre, no se inventa; el arte es creación, la ciencia es descubrimiento… No es lo mismo necesario que importante, ni superficial que profundo, ni fundamento que fundamentado, ni ser que tener o estar…” y bien, aquí estamos, preguntándonos qué es lo más importante de enseñar a quienes desean ser educadores y guías de niños, adolescentes o jóvenes, porque pienso que ese es nuestro deber, misión y vocación: guiar para intentar ser mejores y hacer de este mundo un espacio para la convivencia en paz, la colaboración, la esperanza, la fortaleza, en resumen, para el respeto, la gratitud, el amor.

                “Conócete a ti mismo” frase inscrita en la puerta del templo de Apolo, en Delfos, y repetida una y otra vez por Sócrates a los jóvenes.  Pero las modas descritas (y antes la moda del racionalismo) la sepultaron y, tal como advertía K. Graf Dürckheim, el ser humano se olvidó de su ser esencial para vivir desde y por el tener, la apariencia, el dominar… Por ello, pienso que debemos detenernos para reflexionar sobre cómo reencontrarnos con nuestro ser para luego ayudar a otros a emprender un camino hacia su propia intimidad.  Sé, que caminos hay muchos; éste, el de educar la sensibilidad y formar en valores, es tan sólo uno de ellos; pues pienso que la insensibilidad es una de las enfermedades que aqueja ser actual, llegando en algunos casos  a la perversión.





UNIDAD I: Cordialidad e indiferencia

Cordialidad - Sensibilidad       
                Cuando hablamos de cordialidad, generalmente nos imaginamos una persona amable, cortés, preocupada por atender  a  quienes le rodean.  Y ello es cierto, pero con la palabra cordialidad hacemos referencia a algo mucho más profundo. “Cordialidad”, palabra que deriva del latín “cordis”, corazón; alude a quien pone el corazón en lo que hace; más bien dicho actúa desde el corazón, desde el alma.   La persona cordial mira el mundo con amor: a todos y todo; por lo mismo, crea vínculos, se compromete, se dedica, se encariña, se apega, se hace responsable.  Contrario a la persona cordial, es el indiferente; aquel que pasa de largo, que no se hace problema por nadie, no se encariña ni compromete. El indiferente no crea vínculos, por lo tanto, no sufre ni se alegra con el acontecer de los demás; no echa de menos, no valora, no se compromete, no asume.  El indiferente mira pero no ve, pues es insensible.

La persona sensible es cordial; por oposición al insensible que es indiferente.

            ¿Indiferentes o cordiales? ¿Qué tipo de persona somos? ¿Qué caracteriza al hombre actual: su cordialidad - sensibilidad, o su indiferencia - insensibilidad? ¿De qué forma repercute este actuar, en la vida propia y en la de los demás?
           
            La persona sensible, cordial, sabe de alegrías y tristezas, de echar de menos, de nostalgias, de aproblemarse, de pertenencias: Se siente vinculado a quienes le rodean, los objetos le pasan a ser familiares, los paisajes los siente suyos porque se siente perteneciendo a ellos.  El ser sensible es un ser vinculado, esto es, re-ligado, re-ligioso.  Religado, religioso, del latín re-ligiere, que significa estar doblemente ligado, recíprocamente ligado: Cuando detienes tu caminar para mirar a tus amigos, tus animales, tu barrio, tu escuela, tu país, tu…  los acoges en tu alma y das gracias por la existencia de ellos, porque sientes que dan sentido a tu propia existencia…. Entonces, sientes que nada es casual, que la persona cayó allí – precisamente, frente a ti, para que la ayudaras a levantarse y, de esa forma, la ayuda que tú diste se volvió recíproca porque tu alma se enriqueció con la vivencia y fuerzas del amor.  
Así es, el amor nos re-liga: al dar, nos enriquecemos.

Observación: Ustedes se preguntarán porqué la palabra re-ligión la vinculamos al ámbito de la fe.  La razón es que quien cree en Dios (llámele Alá, Buda, etc), con mayor razón crea vínculos con Él

La persona sensible es re-ligiosa; por oposición al  insensible que se des-liga de todo; incluso, de su verdadero ser.


Necesidad de existir desde nuestro ser y de amar

Necesitamos re-flexionar, volver sobre nosotros para: 

1º Descubrir que somos personas: vinimos a la vida como personas y ello implica el reto de existir como tales. Como seres que poseen una dignidad que implica derechos pero también los mismos deberes.  No somos cosas que se pueden adquirir, reciclar, canjear; no somos vegetales que tienen que esperar el agua para vivir; pues podemos ir por ella; no somos animales que están determinados por su ser biológico y el ambiente; pues podemos modificar ese ambiente y crear artificios que sobrepasen todo límite biológico y ambiental: microscopios, telescopios, celulares, computadores, naves que surcan mares y espacios, armamento…  
2º Descubrir que  siendo personas, como también lo son otros, somos personas únicas: cada uno es uno; somos una personalidad, un personaje; pues no ha habido, no hay ni habrá otro como cada uno lo es.  Somos, por lo mismo, irreemplazables: en  nuestro ser, sentir, hacer; además, somos íntimos: Sólo cada uno puede sentir sus sentimientos, doler su dolor, pensar sus pensamientos, decidir sus decisiones. Esto ratifica nuestra dignidad como personas “una”. 
3º Descubrir que la capacidad de ser conscientes de nuestro ser, nos hace responsables de la existencia que vamos realizando y que, según nuestras decisiones, esa existencia puede ser más o menos impersonal; más o menos alejada de nuestro ser esencial (Llamamos ser esencial al verdadero ser que somos). Necesitamos existir en forma auténtica, ser leales con nosotros, descubrirnos y amarnos, sólo así estaremos en condiciones de descubrir y amar a otros seres que requerirán de  nuestra ayuda para encontrar el camino hacia sí mismos y, desde él, existir, amarse y amar.

UNIDAD I: Hipocresía e inautenticidad

Desligado de sí mismo: La insensibilidad lleva a la hipocresía y a la inautenticidad


  1. El hipócrita.El hipócrita es una persona no sincera; es insincero, es quien, conscientemente, disimula, encubre, sus verdaderos afectos, pensamientos, quereres, envidias; para lo cual, intencionalmente, elabora una fachada exterior que ocultará su verdadera intimidad.  El hipócrita o insincero, es alguien que aparenta amar, aparenta estar arrepentido, aparenta lealtad, cuando sus sentimientos son los opuestos: no ama, no se arrepiente, es desleal.  El hipócrita sabe muy bien lo que anhela, quiere, piensa, pero miente a los demás, aparentando lo que no es: finge, actúa.
  2. El inauténtico.  La inautenticidad  es una actitud que afecta en una capa del ser más profunda que la que afecta al hipócrita su hipocresía: El hipócrita no ama pero hace que sus ojos se llenen de lágrimas ante quien finge amor para engañar y hacer creer que ama: su amor es falso y él lo sabe. En la inautenticidad, la persona sinceramente se esfuerza por amar a quien siente es un deber amar, se esfuerza por sentir amor…. Como sabe lo que es amar: se obliga a pensar en la persona, ser cortés, preocuparse de satisfacer sus deseos pero… no hay caso: su amor es inauténtico.   No lograr que el amor hacia esa persona, que encuentra un deber surja, lo haga desde su ser esencial, desde su intimidad.

            Nuestra intimidad, nuestro ser esencial se expresa en relación con lo y los demás: la naturaleza, las cosas, las otras personas, Dios…  Tenemos una vivencia de nosotros mismos, de lo y los demás y ante ellos, es decir nuestra intimidad, no sólo es, por así decirlo, un yo pleno de ideas, sentimientos, emociones, anhelos, temores sino que se expresa… Esa expresión de la intimidad se realiza a través de ciertas mímicas, gestos, tonalidades, ritmo, acercamientos, distanciamientos que son visibles, se pueden ver.  Así, a través de la expresión se revela, en parte, la intimidad.  Estando claro esto, volvamos al tema de la inautenticidad.

            En el caso del amor auténtico, vamos a poner nombre a nuestro personaje, Luis desea amar a María; pero, a pesar de ello, no logra –en lo más profundo de su ser (en su intimidad)- sentir ese amor.  Intenta ayudarse procurando lo que se supone es amar: pensamientos alegres al ver a quien tendría que amar, deseos de besarla, sentir que hay una comunicación fluida y sobre proyectos comunes, sentir interés por los proyectos de María, desear estar con ella y echarla de menos;  al mismo tiempo, rápidamente desechar de su conciencia el aburrimiento que insiste en venir y el desagrado de su olor… Pero todo eto es externo a su ser esencial, a su auténtica intimidad.   Todo lo que hace juan es un intento de amar a quien realmente no ama pero que siente es un deber amar.  El alma de Luis, respecto María, no es generadora de amor; es impotente (no tiene la fuerza) frente a sus esfuerzos por amarla.

            En el caso del amor auténtico, el alma es centro del amor y generadora de su expresión: es la intimidad misma trascendiendo; es el ser esencial amando y besando…  De ahí la expresión de sentimientos profundos.   Esta profundidad es la que falta en el sentimiento del amor inauténtico; el ser esencial del cual emanaría.  El comportamiento inauténtico pasa a ser vacío, puro formulismo, a pesar de la muchas veces buena intención de la persona.  En el caso del hipócrita, también se da una actuación vacía, falsa, puro formulismo pero, a diferencia del inauténtico, el hipócrita no intenta que el sentimiento, interés o estado de ánimo emerja real sino que  pretende fingir para engañar: no tiene el más mínimo interés de amar sino sólo fingir.

            La inautenticidad se puede dar en distintos aspectos: sentimientos, como ya vimos; pero también a nivel de voluntad, de ideas.y de convicciones.


  1. Hablamos de inautenticidad de la voluntad  para referirnos a quien hace todo lo posible por convencerse que se ha decidido por una meta, vocación, proyecto de vida, con toda su alma, lo que implica la realización de su ser y, en verdad, no es así, aunque lo quisiera.   En nuestro ejemplo, Luis anuncia la voluntad de proyectar una familia y vida completa junto a María… Pero, en verdad, lo que hace Luis es auto engañarse, pues su voluntad no tiene la fuerza del ser sino lo que le dice la razón que debe ser.  Es lo que pasa muchas veces, cuando la persona decide estudiar algo para lo cual no tiene auténtica vocación. Entonces, para aminorar la frustración, intenta sentir que es lo suyo, que tiene real interés, que se siente realizado, que su decisión responde a una auténtica voluntad que realmente no existe.  Al no ser  auténtica esta voluntad, la persona debe luchar constantemente por quitar de la conciencia su auténtica voluntad y el desencanto.  Contrariamente, cuando la voluntad es auténtica y surge un obstáculo, la voluntad se fortalece: amas a alguien; deciden formar una familia; surge un obstáculo: una enfermedad, una catástrofe que echa por tierra la casa construida; la fuerza de la voluntad se engrandece ante los obstáculos.  Ejemplo de ello, pudimos ver en el caso de la estudiante de medicina que sufrió un accidente que le amputó sus cuatro extremidades.  Su voluntad por ser médico, le hizo aprender el manejo de sus prótesis de manos y piernas, con tal rapidez y en contra de todo pronóstico médico, que terminó sus estudios sin mayor demora para ejercer con excelencia profesional.     

  La autenticidad y la inautenticidad en el ámbito de las ideas, puede darse en distintos momentos:

  1. Cuando el conocimiento o ideas no tienen su origen en un problema auténticamente vivido como tal.  Todo conocimiento, toda afirmación o juicio, surge como respuesta a un problema.  La inautenticidad se puede ya dar en este paso: La persona no siente relevante la problemática que estudia o nunca se ha hecho problema; por lo cual se limita a memorizar ideas que, para otros pueden haber significado una vida de dedicación, angustia, vocación investigativa.  Este es uno de los mayores problemas pedagógicos: el alumnos se encuentra estudiando pensamientos que le parecen irrelevantes porque no aparecen como respuestas a interrogantes que él se haya hecho. 
  2. La idea misma no es auténtica, aunque la lógica y los hechos le demuestren que es correcta, verdadera.  Es la diferencia entre persona instruida, erudita que ha memorizado una serie de datos, fórmulas, pero que no las asume como principios de vida, como convicciones   En este ámbito, tenemos que una persona puede pensar y decir de una forma; pero actuar de otra, debido a la inautenticidad de su pensamiento que no enraíza en su ser.  El pensamiento auténtico expresa el ser personal.  Esto es válido para todo pensamiento; pero, por sobre todo, para aquellos que dicen relación con los valores.  Gran es la diferencia entre quien es un mero repetidor de frases memorizadas sobre la justicia y quien las expresa con fuerza viva, desde lo más íntimo de su ser; porque es justo, porque vive de acuerdo con ideas que asume como verdades.  En el caso de la mentira o hipocresía; la idea expresada como propia no lo es, porque es otra que se oculta.  En el caso de la inautenticidad, falta convicción sobre lo dicho.  Esta inautenticidad, sumada a la hipocresía del pensamiento, da lugar a la demagogia; donde abundan las palabras pero el ser esencial no es fuente de las mismas; con las consiguientes inconsecuencias en el actuar, la falta de compromiso y de responsabilidad.

            No debemos confundir el caso de la inautenticidad con la incapacidad para expresar la intimidad; pues se trata de personas que tienen problemas con la comunicación de sus auténticas vivencias


Raíces de la inautenticidad 

1) Deseo de adaptarse a lo que se espera de nosotros, a la tendencia social.  Nos llevan a un museo y, sin más, nos colocan ante una obra de arte famosa: como se espera que emitamos expresiones de admiración, lo hacemos; a pesar de no averiguar qué es lo admirable.  Igual, en otros ámbitos, donde la necesidad de ser incluido, incentiva el populismo inauténtico.   Es fácil ver cómo los adultos incentivan a los niños a una evidente aceptación de modales que pasan a ser repetidos en forma inauténtica, por cuanto no se enseña a entender, antes, la gratitud sino que se exige decir gracias.

2) Tendencia a la notoriedad Mientras el ser auténtico ofrece una personalidad íntegra, consecuente, que emerge desde su ser esencial; muchos, inauténticamente, elaboran una personalidad  - máscara que es sólo exterioridad que satisface lo snob, atractivo,  destacador.



3) Idea fija de rendimiento: La necesidad de éxito entendido como eficacia, posición social, económica, reconocimiento o, inclusive, responder sólo a las necesidades de los demás, a costa de olvidarse de sí mismos.  Es la transformación del hombre como una especie de bestias de carga sujetas al arnés de sus obligaciones frente al mundo.  “El verdadero ser estaría reducido a una vida lánguida, insinuándose apenas como un fantasma.  A pesar de los adelantos materiales, de lo que sabe y de lo que puede, el hombre que corresponde a esta imagen permanece en la infancia.  Exteriormente adulto, pero interiormente inmaduro, lleno de ilusiones, carente de dominio sobre sí mismo, mal defendido contra las fuerzas del destino, termina por fracasar en la vida porque ha fallado frente a sí mismo.” (Ob. Cit de  K.G. Durckheim, pág. 36)


            La persona debe ser eficiente, debe responder al mundo, a sus obligaciones pero desde su ser. “No es el principio de eficiencia el que corrompe al hombre sino el hombre quien corrompe al principio”.  La eficiencia es auténtica cuando el actuar, la obra o servicio es, al mismo tiempo, resplandor del propio ser: vocación de ser. 

4) Personalidades histéricas que quieren aparentar ser quienes no son; pues necesitan  suscitar admiración a toda costa.  Estas personalidades sólo son máscara, exterioridad. No tienen pensamientos, metas ni valores propios de su ser que yace sepultado por la constante representación de quien no se es.  Ricos en apariencias; son nada en esencia.  Inquietud, hastío, inestabilidad, búsqueda de sensaciones, inconstancia; caracterizan estas existencias vacías de intimidad; donde lo único real es la falsedad o vacío.


           En todos estos casos de inautenticidad, hay un ser ahogado, olvidado, oculto tras lo que no es.   Sentimientos de angustia, culpabilidad, soledad, sensación de no poder retomar el verdadero camino; surgen auténticamente desde el ser de estas personas que muchas veces son envidiadas por su aparente éxito; pues presentan fachadas perfectas, admirables, aplaudidas.  Educar la sensibilidad implica ayudar al encuentro del hombre consigo mismo; sin ese encuentro, no hay educación auténtica posible.






UNIDAD I: Sensibilidad y formas de sensibilidad

       La sensibilidad es la conciencia (vivencia) de sí mismo y del mundo, de tal modo que acogemos la realidad en todo su ser, valor y sentido. Vamos por parte:

       No es lo mismo nuestra sensibilidad humana que nuestra capacidad sensorial: Nuestro sistema nervioso nos pone en contacto con todo aquello que nos rodea – en un espacio y momento presentes- provocándonos sensaciones visuales (derivadas de vibraciones electromagnéticas), auditivas (derivadas de vibraciones del aire), olfativas y gustativas (derivadas de estímulos químicos), táctiles (derivadas de estímulos mecánicos), térmicas (derivadas de la relación entre el calor que produce el metabolismo del cuerpo y el que disipa hacia el entorno), kinestésicas  (derivadas de una especie de lógica del equilibrio y postura corporal, en relación con el espacio y tiempo, peso y tensión y transmitidas al cerebro por nervios receptores que se sitúan en músculos, articulaciones y tendones).

       Claramente, la capacidad sensorial no determina la sensibilidad humana.  La capacidad sensorial es propia de todo ser vivo; por supuestos que en unos está más desarrolladas que en otros.  Si comparamos algunas de nuestras capacidades sensoriales con las del perro, podemos decir:

        El perro posee entre 230 y 300 millones de células olfativas; el hombre entre 4 y 5 millones.  Así, un perro es capaz de rastrear a una persona, después de muchas horas y percibir su olor desde 600 metros de distancia. Es mucho más desarrollado que el humano lo que les permite localizar con precisión emisiones sónicas en la oscuridad.  Respecto la audición, el umbral de frecuencia audible del perro se ubica entre los 35,000 Hz (rango denominado ultrasónico) y llega hasta los 100,000 Hz, mientras que el humano varía entre los 16,000 Hz y 20,000 Hz.   Sin embargo, quien hace del olor una fábrica de sensaciones y del sonido un arte, es el ser humano.

       No es lo mismo nuestra sensibilidad humana que nuestra capacidad perceptiva: Vamos a llamar percepción humana a esa capacidad que nos permite elaborar e interpretar las sensaciones, dándoles un significado importante para nuestra subsistencia: Ese sabor, olor y temperatura es percibido, por ejemplo, como “helado de pasas al ron con chocolate”,  ese olor es percibido como “olor a mar”, “papas fritas”, “gas butano”; ese sonido es percibido como el rugido de un león o un tren…  Percepción y memoria, más estrategias de instrucción, darán lugar a personas instruidas o eruditas que, al igual que diccionarios, enciclopedias y redes de información, podrán almacenar y repetir datos, fórmulas, estrategias.  Así, el inventor y fabricante de la bomba atómica, fue una persona muy instruida pero de una gran insensibilidad.  Opuestamente, Beethoven….


        Mientras en el diccionario y en sólo instruidos se acumulan palabras, datos, fechas, fórmulas, frases con su significado universal y abstracto, el alma sensible acoge el valor y sentido que cada realidad tiene en el  Universo y para cada uno de nosotros.  Un ejemplo clarificador: El diccionario etimológico nos aclarará que la palabra avión tienen un origen francés “avión” y éste es, a su vez, una forma aumentativa del latín avis, ave.  Por su parte, la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional) definirá avión como “Aerodino propulsado por motor, que debe su sustentación en vuelo principalmente a reacciones aerodinámicas ejercidas sobre superficies que permanecen fijas en determinadas condiciones de vuelo”  Cuando en la obra de Saint Exupery, el Principito pregunta al aviador “¿Qué cosa es esa?” Éste responde “Eso no es una cosa. Eso vuela. Es un avión, mi avión.”  Así es: El aviador se mueve sensiblemente y reprocha al Principito: “Eso no es una cosa” y luego remarca es “mi avión”  Así,  capta el sentido que tiene en su vida: le permite volar y el vuelo para Saint Exupery implica inspiración, libertad, realización: Ya no se trata de un concepto abstracto de avión: es su avión, único en el Universo: vinculado con la historia única de su vida; prolongación de sus potencialidades; por ello lo cuida… Y el Principito aprenderá a crear vínculos; y captará el sentido único del zorro y de la rosa:  

“El principito fue a ver nuevamente a las rosas: - Ustedes no son de ningún modo parecidas a mi rosa, ustedes no son nada aún – les dijo. – Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo.
Y las rosas estaban muy incómodas.
- Ustedes son bellas, pero están vacías – agregó. – No se puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mí rosa.
En los próximos vídeos Saint Exupery  muestra la insensibilidad de los adultos, prisioneros de las cosas, de lo visible sin más, de los significados memorizados y vacíos de lo importante: el sentido.

                La misma idea trata de expresar el film “El gran pez”, “Amelie”, “Descubriendo el país de nunca jamás”, “Chocolat”


   Si la sensibilidad es la concienciación (vivencia) de sí mismo y del mundo, de tal modo que seamos capaces de acoger la realidad en todo su ser, valor y sentido.  Educar la sensibilidad implica que debemos ser capaces de crear situaciones que insten a:
1.       Educar el amor
2.       Educar la imaginación
3.       Educar la fantasía
4.       Educar el asombro
5.       Educar la conciencia de sí mismo
6.       Educar la capacidad de encuentro
7.       Educar el entendimiento o conciencia de verdad  y sentido
8.       Educar la conciencia moral o vivencias del bien
9.       Educar la conciencia estética o vivencias de a belleza
                Quien educa su sensibilidad, se educa como persona, desde su ser esencial; por lo tanto, su educación será integral lo que se reflejará en una sensibilidad afectiva, estética, moral, histórica, social (interpersonal, familiar, ciudadana), religiosa. 

UNIDAD I: Educar el amar


The notebook                                 What Dreams May Come


August Rush                                                     A primera vista


1.  El amor es la forma que tenemos de hacernos auténticamente presentes en y ante el mundo: Cuando amamos y sabemos que nos aman, podemos ser nosotros y, simplemente, presentamos tal cual somos; sin máscaras, sin hipocresías, sin  inautenticidades; sin temor a ser descalificados o violentados.  El amor es la forma más auténtica de existencia personal, es la forma que tiene nuestro ser esencial de existir.  Así, el amor nos confirma como personas auténticas, íntimas, únicas, semejantes pero nunca idénticas.

2.  Por cuanto somos personas íntimas, sólo cada uno puede amar su amor; nadie puede amar por mí: la  fuente, el origen y fuerza del amor es cada sí mismo.  Lo amado puedo ser yo o los demás; pero el amor es la energía de ser que brota de nuestra esencia, irradiándola e invitando al amado-a a también amar. Por ello, el amor es libre, pues nadie puede invadir nuestra intimidad; así como tampoco somos parte o propiedad de alguien.  El amor no esclaviza, no se apropia, no te invade: admira, respeta, coopera, complementa, espera, propone.

3. Por lo mismo, el amor requiere de almas fuertes y nobles, que puedan comprometerse y responsabilizarse de su amar. Por ello, el amor es una invitación al encuentro de intimidades unidas por una comunión de presencias que se dignifican, enaltecen.  Por ello, todo amor es  benevolente, esto es, desea el bien del amado-a; aunque ello implique su alejamiento.  El amor, por lo mismo, es desinteresado: da para que el amado-a esté bien; no da pensando en recibir; no es una relación de negocio sino una comunión de dignidades que, por sobre todo, se respetan. De ahí, el sentido del sacrificio de amor, cuando los amantes ofrecen al amado-a lo que en ellos causará una necesidad no satisfecha pero nunca más importante que la mayor convicción de amor: el amante sabe que es feliz haciendo feliz al amado-a: “Soy feliz haciéndote feliz”.   Por ello, el dolor siempre formará parte del amor: sufrimos con el sufrimiento no sólo propio, sino del amado-a; sufrimos al no poder ayudarle, a no poder reemplazarlos en el dolor y sufrimos con su lejanía…  El amor de los padres a sus hijos sabe muy bien de ello: el niño enferma y la madre, padre. Sienten el dolor de la impotencia…. Cómo gustosos dolerían por los hijos, desde ese dolor de muelas hasta ese desamor, traición o fracaso… Pero no, somos seres íntimos y cada cual debe doler su dolor de muelas y sufrir sus sufrimientos y alegrar sus alegrías.  Por supuesto, tus tristezas me pondrán triste; pero entonces seremos dos sintiendo cada uno sus propias tristezas y mutuamente consolándonos (con-solar significa estar con la soledad del otro, acompañarlo).  El amor padres-hijos es un amor que sabe de muchos sufrimientos: el hijo en un principio es tan dependiente que es fácil que los padres sientan que les pertenece. Pero el niño va creciendo y con ello va cobrando cada vez más independencia, corriendo mayores riesgos, mayores éxitos y fracasos.  Aventureros de la vida, fascinados con la novedad, primero de los juguetes, luego de las sensaciones y emociones que puede ofrecer una vitalidad juvenil que se inicia en la vida (sexualidad, alcohol, drogas, deportes, juegos de azar, caudillismo…) los padres sufren el riesgo a que sus hijos se exponen… Entonces surge el deseo “ojalá permanecieran niños, al resguardo del hogar, bajo el mandato y responsabilidad de los padres…”.  Pero no, la vida sigue, no se detiene, hay que cruzar etapas y cada etapa tiene su costo de madurez para pasar a la siguiente… Entonces, “afortunadamente”, tal vez venga el otro sufrimiento: una profesión cuyo estudio y ejercicio requiere lejanía (que generalmente el joven también la quiere) y, luego, después de tanto sacrificio de amor… el hijo ya adulto anunciará que formará su propia familia…  Es la historia de la vida y del amor y del sufrimiento y sacrificio de amor que no resta felicidad porque tiene sentido: somos felices amando y quien ama no pretende más: sólo amar y que el amado esté bien y crezca humanamente, esto es, sea un gran hombre o una gran mujer. 

                Es la historia de vida contada a grandes rasgos; sin parar en los accidentes y situaciones límites de un Kevin que sale de su casa para ir a correr y un chofer ebrio le amputa las piernas o de la pequeña o adolescente que es violada o asesinada por psicópatas; o del niño o joven que enferma de un cáncer irremediable.  Alguien podría pensar: ¿No sería mejor no amar y así no nos exponemos a tantos y tan grandes sufrimientos?  La respuesta es clara: quien renuncia al amor, parte renunciando a la felicidad; pues es el amar lo que nos hace felices y da sentido a todos nuestros desvelos.  De lo contrario, ¿para qué ser profesores, médicos, arquitectos, modistas, pescadores? Pues hemos de saber, que si hay tanta infelicidad, es, precisamente, porque muchos actúan (piensan, dicen, trabajan) no por amor sino por conveniencia o simple, egoísta y superficial placer.

4. No confundamos querer con amar: Es fácil decir “te quiero”; no es fácil decir “te amo”.  Y es fácil decir te quiero porque el verbo querer lo usamos constantemente: quiero agua, quiero descansar, quiero comer, quiero dormir, quiero ir al baño, quiero ir a bailar, quiero un auto, quiero un computador nuevo… te quiero.

                Nada más distinto al amor que el querer: El querer es egoísta, consume o usa lo querido para su propia satisfacción, lo querido puede ser reemplazado si es accesible algo de mejor calidad, utilidad o que cause más satisfacción, cuando el querer es satisfecho, hay placer; todo querer y placer tiempo un tiempo, más allá del cual se vuelve en desagrado, dolor o displacer. El querer llevado a su máxima expresión da lugar a la envidia y al odio que es el deseo y placer de destruir al odiado-a.  Veamos algunos ejemplos:

                Quiero agua, tengo sed… Mientras tenga la necesidad sed, voy a querer lo que la satisface: agua.  Tomo agua y siento placer.  El placer requiere que exista la necesidad y aquello que la satisface…. Ya no quiero más agua, ya no tengo sed; no volveré a querer agua hasta que no vuelva a necesitarla.  El agua la consumí, para eso es, para satisfacer mi necesidad. El querer está centrado en el yo: yo tengo sed, yo quiero agua; yo no quiero más…

             Así, aquello que nos causa mayor sensación de placer, puede convertirse en un displacer, si es llevado más allá de la necesidad; incluso, puede causarnos la muerte. Eran famosos los concursos de resistencia de baile que se transformaban en suplicio para los bailarines.  Por mucho que nos guste una comida, más allá de cierta cantidad se convertirá en un desagrado; de tal forma, ya no querremos verla, ni sentir su olor.  Por lo mismo, entre necesidad y necesidad se produce  un corte con lo querido: nos olvidaremos del agua hasta que volvamos a desearla.  El problema es que a veces queremos y sólo queremos a las personas: las usamos para satisfacción de nuestras necesidades y sólo en tanto las satisfacen; mientras sirvan y no aparezca algo mejor que las reemplace…   Ante la sed, aceptamos el agua; pero si nos ofrecen un jugo de la fruta que más nos gusta… y si tal persona lo sabe preparar mejor… y si es servido en un ambiente más cómodo?  Por ello, cuando la persona se sabe no amada sino sólo querida, siente celos y envidia a todo aquel o aquella que pueda aparecer más apetecible, más útil.

                Por lo expuesto, podemos deducir que es el querer el que nos lleva a etiquetar las personas: Tal persona es superficial, tonta pero me sirve para satisfacer necesidades sexuales; esta otra es aburrida pero tiene buenos apuntes de clases; esta otra tiene solvencia social, esta otra me escucha y hace reír, la otra cubre mis necesidades materiales y ahora quiero estar solo-a…  

                Es el querer también el que nos induce al odio; así, cuando etiquetamos a  alguien como un obstáculo que es necesario destruir; cuando la envidia envenena el alma, a tal punto, que eres feliz con su desgracia y sientes pena con su alegría. 

                Alguien podría preguntarse ¿Podemos amar y querer? Es que entonces no será querer será amor; pues quien ama siente “placer” al estar con el amado, “quiere” sus caricias… pero en verdad, no es mero querer, ni mero placer.  Por ello, se ama besando y se ama trabajando para el amado-a; se ama haciendo proyectos en conjunto y colaborando con los del amado-a, se ama cuidando y cultivando el amor, construyendo un hogar, una familia, una escuela, un país, se ama consolando, dando ánimos y escuchando; se ama en el silencio, en la risa y en el llanto. Cuando amamos, después del placer continúa el amor expresado en la ternura, en el darse la mano.  Quienes se aman, fortalecen su mor en la distancia; quienes sólo se quieren, con la distancia y sin ella, viene fácilmente el olvido y, si hay problemas, el alejamiento.  Quien sólo te quiere no te respeta sino sub-yuga (pone bajo su yugo) para tenerte a su disposición; cualquier intento de afirmación o valoración personal le irritará; pues necesita que  te sientas inferior y a sus pié.  En el querer no hay una comunión de amor sino una fusión o absorción de lo querido, que va siendo consumido por el queriente.   En el queriente no hay un acogimiento del ser del otro, no hay una valoración; pues entonces no podría sólo quererle…  Si amáramos el agua, o esa lechuga, no la comeríamos; así como nadie podría comerse su mascota.

5.   En todo amor – trátese del amor filial (padres- hijos-abuelos- hermanos…), del amor de amistad, del amor de pareja, del amor vocacional, del amor por la naturaleza, del amor por el terruño o por la patria, del amor oblativo (el amor a Dios y a los semejantes)- para el amante, el tú amado-a es lo más importante; por ello el amor es siempre generoso; da sin esperar retribuciones: se es feliz amando.  Por ello, cuando el amado da las gracias, el amante se emociona. Por lo mismo, cuando el amante hace un sacrificio de amor, no lo divulga, no lo saca en cara: es donación, no es inversión.

                El amor nos realiza como personas, pues su origen es nuestro ser esencial, nuestra intimidad: por ello somos felices amando y nada puede quitar la felicidad de amar; ni siquiera el dolor.  La felicidad no es temporal como el placer: nadie reclama “¡Ya, suficiente; no quiero más felicidad hasta el próximo martes o hasta que te vuelva a llamar!  Es que felicidad no tiene que ver con logros, placer, sino con la realización del ser.  Por lo demás, quien ama ya no puede dejar de amar; pues lo que era potencia es realización de ser.

6.   Amor que nace nunca muere y, si alguien piensa: yo amé a x persona pero luego lo dejé de amar… la frase correcta tendría que ser: Creí que amaba a X o creíamos amarnos.   El amor exige madurez, saber escuchar los silencios, saber leer las mirada, lo que se dice y lo que no se dice…. Saber esperar; saber decir sí y también saber decir no.   Saber quién somos y quién no somos.  El amor es delicado, es respetuoso, admira al amado-a, le es fiel, se compromete, es dialogante, no se puede ocultar porque lo ahogaríamos ya que irradia a dos seres que trascienden amando: el amor es sensible al dolor, a la alegría, a la belleza.  Por ello, no debemos confundir  a  quien no ama con quien no sabe expresar su amor o no está aún preparado para realizar ese amor porque le falta madurez o porque debe sanar ciertas heridas.

                   En cuanto persona única e irrepetible, nadie puede reemplazar el vacío de amor que deja un alma egoísta; como tampoco pueden ser reemplazadas las acciones y obras de amor con que cada amante engalana o acaricia nuestro Universo y nuestros mundos.  Por ello, los amantes se encuentran en la trascendencia de sus intimidades y amándose crean un “nosotros” y un “lo nuestro”; también únicos, como las obras poéticas: Nosotros, nuestra familia, nuestro hogar, nuestra escuela, nuestros amigos, nuestro barrio, nuestro país, nuestros proyectos… Todos irreemplazables.  Se requiere sensibilidad para aprehender lo poético del amor y sólo quien ama será sensible…

7.   Así, el amor nos hace crecer como personas, realizarnos.  El amor nos fortalece, con una fuerza que se nutre de la imagen del amado-a que es atesorada en nuestra alma y que surge una y otra vez como re-cuerdo (Recuerdo viene del latín re-cordis, donde cordis es corazón.  Recordar es hacer que pase por el corazón lo que una vez pasó).  Decíamos, entonces, que el amor se nutre de recuerdos y de los proyectos que surgen como expresión del compromiso mismo de amar; donde las promesas de amor, unen a los amantes a través de proyecciones futuras.

                El amor es reversible: quien da de sí, al dar, recibe… renace, su alma se ilumina y ella ilumina todo lo que mira: la mirada del amor es la mirada del alma que traspasa lo objetual, lo cósico para aprehender lo esencial. No se queda en el cuerpo del amado aunque lo ame, sino que a través del abrazo recibe al amado mismo: por ello, los amantes siempre se encuentran bellos, porque lo son, porque el amor es bello, porque nuestro ser esencial es bello y porque cuando amamos, ya no podemos ver al otro como a un objeto; pues estamos presentes como intimidad única ante otra intimidad en que reconocemos a un semejante de igual dignidad: Al respecto, nos sirve como ejemplo de esta idea lo que explica Martín Buber, cuando diferencia dos actitudes que podemos adoptar ante los demás: “El niño que habla en silencio a su madre sin nada más que mirarla a los ojos, y el mismo niño que mira algo que la madre tiene como si fuera cualquier objeto” (Marín Buber: “Eclipse de Dios”. Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1970, pág. 43) La primera, es la mirada de amor, a la persona…; la segunda, es la mirada que damos a un objeto de uso que sirve en la medida que nos presta utilidad: la primera es la mirada de un yo a un tú; la segunda, es la mirada de un yo a un ello: es la diferencia entre amar y querer.  Si hay violencia, si hay odio, si hay falta de respeto, es porque tratamos a las personas como cosas, ellos;  que o sirven o se desechan; que se compran o venden, se intercambian o reciclan o tiran a la basura…  

      Y aquí, no puedo dejar de recordar el caso con que se inició la última Teletón 2011; pues creo es ejemplar de todo lo que hemos expuesto:

    


                ¿Quién rehabilita a quién?  ¿Acaso no es el amor que hace crecer a un hombre – a Don Julio, el abuelo- quien antes de tener el encuentro con Cristian, su nieto, tenía su ser encapsulado, enquistado, oculto? Son los misterios de la vida… Un pequeño ser, con dificultades de sobrevivencia ostensibles, aparece ante Don Julio y lo hace detener su mero pasar, su indiferencia para consigo y con los demás; Cristian logra lo que nadie antes había logrado…  Seguramente, en un primer momento, el abuelo quedó paralizado por el asombro: se encontró ante un pequeño ser indefenso que no era culpable de sus daños ni deficiencias, ni de los retos que ocasionaría a los demás… Seguramente, ello le llevó a tomar conciencia de todos los dones que él gratuita e inmerecidamente poseía: caminar, hablar, hacer uso de sus manos con facilidad…. Autonomía de movimientos…. Pero ¿para qué; qué había hecho con ellos y qué había hecho de sí mismo? ¿Hacerse esclavo del alcohol, de la ira, la flojera, el desorden? Y ahí, frente a él, ese recién nacido que empezará arrastrándose como “una culebrita”; luego, intentando alzar su tronco y cabeza como “un suricato”… Pues será ese niño quien hará presente a Don Julio la decisión más importante: la decadencia o el ascenso; pues ante él aparecerán dos caminos definidos y divergentes: o sigue huyendo o responde; asume o evade.  Y Don Julio opta por ser y asume y  aprende a amar y a sufrir: su sensibilidad aflora y con ella, el dolor, la fortaleza, el respeto por sí mismo y por los demás. Su sensibilidad le da la sabiduría del amor que le permite ver lo esencial, aquello que está más allá de un cuerpo limitado – el de su nieto- y de una vida mal hecha – la propia-  Visiona a dos grandes hombres y a toda una familia y por amor es capaz de superar sus propios vicios y debilidades y nutrir a los demás.  Y este gran hombre y abuelo hace de Cristian un ser amado y respetado, a quien regala un hogar y le hace descubrir su valor y dignidad.  Cristian, es la luz que requería el abuelo para también vivir y hacerlo dignamente, amando y siendo amado.  Coraje, ternura, dolor, compromiso pasaron a ser el semblante de este abuelo que despertó a la verdadera existencia.  Y el abuelo “tomó conciencia” que él podía donarle a ese niño lo mejor de sí: amor, fuerza, respeto, coraje, superación del dolor, esperanza, felicidad, otorgarle de su fuerza y el mérito del deber cumplido que nos hace merecedores de los dones gratuitamente recibidos y tantas veces desperdiciados “Que si antes la vida la tomaba muy livianamente o tal vez muy como libertina… ahora no; la tomo con respeto, con cariño”  Y el abuelo amó y fue capaz de tomar en sus brazos a Cristian. Cristian, a su vez, le detuvo en su caída.  “Yo nací de nuevo; me transformó por entero”

Cristian: “Mi abuelo es como mi ángel protector.  Lo amo.  Por él tengo ganas de seguir luchando.”
Abuelo: “Y siempre… desde chico.. Gracias tata… No sé… a que él me diga gracias a mi… (se emociona…)  Nací de nuevo, yo nací de nuevo; me transformó entero.
Cristian: “¡Mi Tata… son mis piernas. Ya es parte de mi vida… y nunca… le voy a dejar de dar las gracias… por todo lo que…ha hecho él por mí!”

                Las miradas de amor, de respeto, de admiración y de gratitud por ambas partes, un abrazo dado desde el alma… nos benefician a todos.  Nutren el alma, sobre todo de quienes tenemos por  vocación educar: El halo de luz es más notorio en la oscuridad; cuando en medio, de tanta indiferencia, ingratitud, envidias, odios,  violencias, mentiras, mezquindades, falta de respeto: aparecen dos seres que representan a todos aquellos por quienes vale la pena amar, sacrificarse  y ser mejores.  


UNIDAD I: La soledad y la sensibilidad

                  Hay soledades y soledades. Hay soledades que nos aíslan y vuelven insensibles…. Hay soledades que angustian; otras, incluso terroríficas.  Hay soledades que son indispensables para descubrirse y amar, para encontrarse consigo mismo y con los demás.  Hay soledades plenas de luminosidad, de riqueza interior, de mística, de recogimiento, acogimiento y sobrecogimiento... ¿Cuán solos o solas se han sentido? ¿Han sido soledades amadas o temidas; soledades buscadas o evadidas? ¿Y, contrariamente, han sentido la necesidad de estar solos, sin encontrar un lugar y un tiempo para ello? ¿Qué situaciones de soledad han vivenciado y desde qué nivel de ser: físico, psicológico, espiritual? Estar solos, sentirse solos, ser solos: tres formas distintas de vincularse con la soledad…

1.  Soledad física: Primero, y partiendo desde lo más simple- por comparación con lo más complejo; ya que nada en el ser humano es simple- nos encontramos con una soledad fácilmente constatable,  a la cual llamaremos, para facilitar nuestra reflexión y sin hacernos mayores problemas, “soledad física”.  A esta soledad se refiere el niño cuando reclama: “no quiero estar solo; no me dejen solo” o “no estoy solo; estoy con mi mamá, con la nana, la tía, etc.”.   Es ésta una soledad que se mueve a niveles del estar: Estoy solo-a; no estoy solo-a.  Para terminar con esta soledad, es cuestión de conseguir que alguien- a veces, cualquiera- esté junto a nosotros.  En otras ocasiones, para no estar solos, simplemente, nos introducirnos en la muchedumbre… A menudo observo a un hombre que deambula solo por el mall de 15 Norte; debe tener unos 65 a 70 años; viste bien, rasurado, buen corte de pelo; se nota que es una persona que no tiene problemas económicos.  No mira nada, cabizbajo sólo camina con la vista hacia el suelo; a veces se sienta y pide algo de comer; entonces, mira como buscando a quien invitar… Un día me di cuenta que se sentía mal; se tomaba la cabeza y apoyaba en la pared;  le pregunté en qué le podía ayudar; explicó que sufría de alzas de presión desde que su mujer había muerto, hacía algo más de 3 años y no tenía a ningún otro familiar en Chile; pero no quería abandonar el país pues aunque ambos tenían un origen extranjero, se habían enamorado de Chile y aquí estaban todos sus recuerdos; además, no habían tenido hijos… Pedí en el mall la asistencia médica para él: lo  atendieron pero me explicaron que ya lo conocían y que ello pasaba a menudo; pues era su forma de llamar la atención y encontrar con quién conversar…. Cada vez que veo este señor, pienso en cuántas personas están solas y se sienten solas.  Este señor está solo y no soporta esa soledad; por ello acude a lugares donde siempre hay mucha gente… No quiere estar solo y tampoco sabe estar consigo o con otros pero en forma auténtica.  ¿Acaso no tiene amistades comunes al matrimonio o forja ahora algún vínculo en relación con su vocación profesional, social, religiosa, artística? Es importante consideremos, en este tipo de soledad que hemos llamado soledad física, algunas situaciones:

                 Una de las mayores preocupaciones de los padres, en la medida que el hijo es un crío, es decir, que no es autónomo; sino dependiente, pues sin la supervisión y ayuda de un mayor, su subsistencia correría peligro, es procurar alguien esté junto a él para satisfacer sus necesidades de alimentación, nutrición, limpieza, resguardo de los peligros y, si es posible, lo entretengan y enseñen algo:  una nana, un jardín infantil, un pariente o vecina muchas veces son requeridos o contratados: Lo importante para los padres, en general, es que “el niño-a no esté solo-a”.  Así, tenemos que el ser humano, desde muy temprana edad, empieza a tener la experiencia de sentir que tiene alrededor suyo muchas personas que satisfacen sus necesidades de subsistencia y de entretención; pero nada más… Y el niño de meses o de pocos años, rodeado de “tías”, otros niños, juguetes y estímulos, a pesar de todo ello, hay momentos que –en una especie de letanía,  llora llamando a “su mamá, papá o tata…”, hasta quedarse dormido...   Por la misma razón, más adelante, ya convertido en adolescente, joven, adulto o anciano, lo encontramos huyendo de la soledad y, para ello, internándose en fiestas que nada celebran, pues sólo buscan los juguetes de antes que, desgraciadamente, ahora son alcohol o drogas, espectáculos grotescos, el ruido ensordecedor, parpadear de luces, humo o el riesgo de la velocidad.  La  compañía se comercializa; se vende y se compra… porque se sabe que el hombre de hoy – niño, joven, adulto, anciano- no quiere estar solo. ¿A qué teme el hombre que no quiere estar solo?

2. Soledad afectiva o del alma:                Pero dejemos esta soledad y caminemos hacia una soledad más compleja aún; hacia aquella soledad afectiva que se expresa en el “Me siento solo-a” El niño, aunque con compañía eficiente desde el punto de vista de la satisfacción de sus necesidades psicobiológicas y sociales – niños de su misma edad, educadoras de párvulos que los tratan bien y enseñan, juegos, alimento, higiene- se siente solo; igualmente el hombre de multitudes, amores negociados, diversiones… ¿Porqué? Porque no es la soledad física la que más duele al ser humano; sino el sentirse solo: el sentimiento de soledad que, a su vez, puede ser de diversa índole:

2.1  El echar de menos o la nostalgia: Se trata aquí de una soledad con nombre y apellido.  El niño no está solo, porque está rodeado de personas; pero en su alma está el vacío de su mamá y ese es el vacío por el cual llora: la echa de menos y por ello en esos instantes no quiere a nadie más.  Es el sentirse solo de…. Es la nostalgia de… 

                Siempre recuerdo el caso relatado por un médico psiquiatra: Su hija nació con el corazón de gran tamaño; no viviría más allá de los 5 años a menos que se le operara, con un riesgo de muerte del 80 %.  Los padres intentaban demorar la decisión pero un día, cercano a los cuatro años de la niña; hubo que decidir, pues se agravó y ya no había más opción: Fue una operación muy difícil, tuvieron que dejarla en un coma inducido del cual no sabían cuándo saldría, si lo llegaba a hacer.  Ambos padres no podían estar siempre al lado de la niña; pues requerían ellos mismos ir por remedios u otros especiales y atender a los otros hijos, también de corta edad, muy angustiados por su pequeña hermana.  Decidieron madre y padre turnarse para estar junto a la niña quien además estaba conectada a diversas máquinas y tubos que le impedían moverse y, cuando volviera en sí, emitir algún sonido…De pronto, al cuarto o quinto día posterior a la operación, abrió sus ojos que se quedaron fijos en su padre.  El padre emocionado se acercó para tranquilizarla pero la niña, haciendo un esfuerzo que médicamente era imposible emitió un sonido gutural: Mamá… El padre, le acarició la cabeza y explicó “Mamá está por llegar fue a buscar algo para ti; no se ha movido de tu lado; ya viene…” La niña insistió: “Mamá… Tú no… malo”  El padre no pudo evitar llorar… Las primeras frases de su hija que volvía a la vida lo echaban de ella…. Siempre la había considerado su regalona Luego, pasada la emoción, lo entendió… La hija clamaba la protección tenida en el útero materno; cuando se inició a la vida, en un vínculo inigualable con la madre y éste era un nuevo nacer a la vida y muy extremo... 

                Por supuesto, quien ha perdido la sensibilidad y cae en la indiferencia, o será capaz de crear vínculos con nada ni nadie; tampoco sabrá de la nostalgia de su pueblo, casa o escuela o  de echar de menos a un ser amado.  Será insensible al dolor de los demás; no entendiendo esta soledad. Por ello entendí muy bien a los habitantes de Chaitén cuando a raíz del terremoto de años pasados y riesgos futuros, se les dijo que no se volvería a habitar Chaitén: estaban desolados… Les ofrecían otros lugares para recuperarse económicamente; pero los vínculos, los recuerdos, no son comprables ni canjeables.

2.2  El abandono: Distinta es la soledad que siente quien esperaba contar con alguien y, llegado el momento, éste le abandona.  El abandono de los padres no necesariamente implica lejanía física: es más; se siente mayormente cuando estando físicamente presentes, no los consideran, no les dan afecto, no les escuchan, cuidan… Aquí, el abandono es negligencia, descuido, desprotección, desatención en todo ámbito: higiene, alimento, vestuario, afecto, educación…. Lo mismo, en el abandono de la pareja, con quien se creía haber forjado un vínculo o con quien se creía amigo, etc.  


Adele - Don't you remember -


2.3  El aislamiento: Es la soledad que siente quien se siente socialmente rechazado, no considerado, en dos sentidos:

a) No sentirse significativo:   Somos seres significativos para el Universo, para el mundo; puesto que somos únicos e irreemplazables: no existe, ha existido ni existirá alguien como tú o como yo. Por lo mismo, la persona necesita ser considerada, valorada, respetada.  Necesita sentir que su aporte a este mundo, sea limpiar sus calles o una herida; enseñar a escribir o a descubrir las galaxias, merece ser reconocido.  Y es verdad, no podrían existir médicos, arquitectos ni poetas, si no existiera un limpiador de calles o hacedor de zapatos.  Pero el ser humano, al perder la sensibilidad, ha dejado de lado la gratitud, la consideración.  Este sentirse aislado implica un sentirse intrascendente para los demás y, por lo tanto, sentir que su vida y esfuerzos no tienen  mayor sentido ni valor.  Este aislamiento, se vuelve en un auto-aislarse, un alejarse de los demás, con la consiguiente sensación de fracaso, baja autoestima.  En los jóvenes influye de tal modo, que  lo que es propio del carácter conflictivo de la adolescencia, debido a la inseguridad natural de esa etapa, se profundiza y prolonga en edades adultas. Junto a ello cunde el desánimo, marginación y, al no sentirse representados socialmente, sobreviene la agresión y hostilidad contra “los otros”.   Para hacerse sentir, estos jóvenes absolutamente desorientados, con la falta de experiencia de vida (propio de lo poco vivido), con la falta de guías creíbles y, al mismo tiempo, con manipuladores siempre cercanos; pues saben que son de fácil engaño, debido a un “idealismo ingenuo”, terminan de hundirse en el anonimato de las masas juveniles, manejadas, precisamente, por “los otros”.  Así, es propio que presenten una falta de concordancia entre lo que dicen y sus acciones; entre las normas, lo privado y lo público.

                El hombre se siente solo cuando sus iniciativas no son consideradas, cuando para nadie es importante su presencia real, su pensar, sentir; cuando a lo más pasa a ser un objeto más entre cientos o miles, cuando no interesa su nombre.   Cada vez son más las personas que nunca se han sentido valoradas, que nunca han sentido que son irreemplazables para alguien; se han sentido un solo un número más; simples instrumentos o molestias anónimas, sin rostro.  Por ello les es fácil renunciar a la identidad y disolverse en diversos colectivismos: decir, vestir, pensar, cree y hacer lo mismo.

b) No sentirse representados: Obviamente, sienten a los demás ajenos, inauténticos, no confiables y, por lo mismo, no representativos de ellos; el problema es que –por ser jóvenes, no han acumulado las experiencias de vida desde las cuales se extrae la sabiduría de vida que no se encuentra en los libros porque es biográfica; autobiográfica. Neruda en “Walking Around”

-          Sucede que me canso de ser hombre.
-          Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
-          marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
-          Navegando en un agua de origen y ceniza.

-          El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
-          Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
-          sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
-          ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

-          Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
-          y mi pelo y mi sombra.
-          Sucede que me canso de ser hombre.

-          Sin embargo sería delicioso
-          asustar a un notario con un lirio cortado
-          dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
-          Sería bello
-          ir por las calles con un cuchillo verde
-          y dando gritos hasta morir de frío

-          No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
-          vacilante, extendido, tiritando de sueño,
-          hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
-          absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
-          No quiero para mí tantas desgracias.

-          No quiero continuar de raíz y de tumba,
-          de subterráneo solo, de bodega con muertos
-          ateridos, muriéndome de pena.

-          Por eso el día lunes arde como el petróleo
-          cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
-          y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
-          y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

-          Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
-          a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
-          a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
-          a calles espantosas como grietas.

-          Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
-          colgando de las puertas de las casas que odio,
-          hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
-          hay espejos
-          que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
-          hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
-          Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
-          con furia, con olvido,
-          paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
-          y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
-          calzoncillos, toallas y camisas que lloran
-          lentas lágrimas sucias.

                Desesperanza, no confianza en los demás ni en sí mismos; pues, en lo más íntimo, saben que están confundidos, unidos a la fuerza e ímpetu propios de la juventud,  dan lugar a un derroche de energías vacías de ser, por lo mismo, inauténticas, destructivas sí y de todo.

2.4 Soledad de desencuentro: “En medio de las mayores orgías, en medio de las más bellas mujeres, yo siento por entero mi soledad.  Y veo en los rostros de los hombres que con ellas danzan, que ellos también sienten su soledad.  Pero yo he sabido conservar mi juventud espiritual dentro de mi vida austera, en cambio, ellos que han querido  emborrachar sus soledades, han perdido todo vestigio de juventud y me miran llenos de nostalgia y ansiedad, como lo camellos miran el oasis tras un largo andar.” (Vicente Huidobro en su reflexión “Al amigo solitario”)  El encuentro sólo se puede dar entre almas que tienen capacidad de diálogo, fuerza expresiva, que son capaces de captar el valor que trasciende una mirada de los seres como meros objetos.  Sucede que existen vidas paralelas entre las cuales no hay ninguna posibilidad de encuentro, de diálogo.  Están aquellos que se mueven a nivel del tener y quienes se mueven a nivel del ser.  Los primeros tienen por finalidad tener cada vez más: tener más reconocimiento social y económico, tener más poder.  Los segundos, tienen como finalidad ser mejores para hacer del mundo algo mejor, aunque sea a costa de muchos sacrificios en el orden del tener.  Imaginen un matrimonio donde ella llega a casa …Muy emocionada, cuenta al esposo que la causa de su alegría es que, después de muchos esfuerzos, logró que el alumno x entendiera una materia o logró que confiara en ella para ayudarlo a mejorar su autoestima… El marido la mira y pregunta “¿Y vale la pena todo ese esfuerzo, acaso te van a pagar más?”  Al mismo tiempo, cuenta a su esposa que él, en cambio, ha logrado su mayor anhelo: Cambiar el auto actual por un último modelo espectacular, de tal modo será la envidia de sus compañeros… La esposa lo mira y trata de expresar alegría; además, se obliga a ser amable y felicitarlo (inautenticidad) Es evidente, entre ellos no hay posibilidad de diálogo, de encuentro.  Estar al lado de quienes viven en ámbitos paralelos, nos hace sentirnos solos, desvinculados, sin posibilidad de encuentro: el aburrimiento, hastío se hace presente.  Unos al lado de los otros –sólo vecinos- pero sintiéndose tremendamente solos; por ello, muchos caen en lo que expresa Huidobro: “Emborrachan sus soledades”; lo que es otra forma de huir. Para que haya encuentro, se requiere de dos realidades que superen la mirada del otro como cosa, medio, objeto mensurable, delimitable, asible.


3.  Soledad esencial o soledad ontológica.  Es la soledad de la intimidad y del ser “uno”, esto es, únicos. Es la soledad que expresa nuestra dignidad de ser; implica autonomía, auto-posesión.  No se trata  de un sentirse solo o estar solos sino de ser solos, por lo tanto, no es un estado de soledad del cual se pueda salir o que puede variar, de tal modo decir: Ahora no soy solo.  En cuanto somos únicos, íntimos, irrepetibles y, por ello, irremplazables en el Universo, tampoco somos numerables, a menos que de cada uno de nosotros se diga “uno”. No existe la especie “yo”; pues siendo ambos personas; cada uno es una forma única de ser persona.  No numerables; sólo somos nombrables.  Nuestra soledad de ser, asegura nuestra libertad de ser y una intimidad no cerrada sino trascendente, que, por lo mismo, es capaz de acoger en sí misma al otro personal, a la naturaleza, a Dios.  Acogido el amado en nuestra intimidad, nos ensimismamos para amarlo, analizar nuestra propias vivencias y el sentido que tiene en nuestra existencia y en la de los demás.  Así, mientras para algunos la mujer que yace atropellada en el suelo, esperando la ambulancia, es sólo un conjunto de datos (sexo, nombre, edad, presión, etc.); para otros es mucho más…  El invierno pasado, a eso de las 20 horas, un bus atropelló a una mujer de unos 57 años, frente a nuestra Universidad; al lado de ella, la cartera y una bolsa con pan y algo más… Pensé ¿la estarán esperando? ¿Qué sucederá cuando pasen las horas y no llegue…?  ¿Y si la espera el esposo y es mayor; o la espera el nieto al que cuida....? Y ella, cuando vuelva en sí…. ¿Cuáles serán sus preocupaciones? ¿Cuál es su mundo y, en él, qué implica este atropello y las consecuencias del mismo?   Son los requisitos del encuentro… un entendimiento creativo, sensible, indagador de realidades que no son visibles sino amables y entendibles; pues lo esencial no es visible a los ojos.  
                Ser creativo implica descubrir y valorar las posibilidades que me ofrece una realidad, de acuerdo con su valor de ser y situación en que se encuentra.  Ello implica no distanciarme pero tampoco fusionarme con la realidad, sino respetarla para admirarla y acoger su verdadero ser y valor: requiere de una sensibilidad que exige actuemos desde nuestro ser esencial. Vamos a imaginar 3 casos:

Caso 1: Juan y Ana son un matrimonio. Juan avisa a Ana: “Hoy saldré del trabajo más temprano: Espérame a eso de las 21.00 horas” Ana no tiene capacidad de encuentro; mira el reloj: tiene  3 horas de espera; se pregunta qué hace mientras tanto…. Adelanta trabajo para el día siguiente; sale rápidamente a comprar; se sienta a ver televisión y, como todos los días, pone la mesa para comer; pues Juan y ella tendrán hambre.   Ana entiende el esperar como esperar que pase el tiempo cronológico y a Juan lo aprehende como el hombre que después del trabajo llega con hambre y cansado; por lo cual esa debe ser su preocupación para con él y para con ella misma.  Ana tiene una visión objetual (como objeto) de ella y de Juan, sólo logra una relación objetiva: estímulo-respuesta, necesidad-satisfacción.  Se mueve no en el ámbito del amor sino del querer.  Es lejana a su ser esencial y al de Juan; no tiene iniciativa, no tiene creatividad.  Sólo piensa que así podrán dormirse antes y descansar.

Caso 2: Carlos y María son un matrimonio. Carlos avisa a María: “Hoy saldré del trabajo más temprano: Espérame a eso de las 21.00 horas”  María tampoco tiene capacidad de encuentro; al igual que Ana, se mueve en el ámbito objetual pero es lejana a su ser esencial y al de Carlos porque es dominante, subyuga a Carlos; sólo piensa en sus propias necesidades.  Sin preguntar más, dice a Carlos: ¡Qué bueno, entonces te espero lista para que visitemos a mi hermana; aprovechas de preguntarle a su marido dónde contrató el servicio para ponerle soporte al televisor.  Antes, pasa a “X” lugar y compras una botella de vino, otra de pisco, un pollo preparado y algo para agregarle; tenemos que llevar algo para entretenernos porque ustedes son muy aburridos.  Yo alcanzo a ir a la peluquería; si llegas antes, me esperas. Descansa un rato y saca al perro. Este es un caso de “ahogo” de la otra persona, de no consideración, no valoración, de fusión.

Caso 3: Gabriel y Javiera son un matrimonio. Gabriel avisa a Javiera: “Hoy saldré del trabajo más temprano: Espérame a eso de las 21.00 horas”  Javiera tiene capacidad de encuentro.  Javiera se alegra y piensa qué puedo hacer: Tendremos tres horas más que lo habitual para compartir.  La voz de Gabriel sonaba alegre, descansada.  Rápidamente mira la casa para ver cómo hermosearla: Una flores; la música que a ambos trae recuerdos estará lista. Las pantuflas de él, su bata… sobre la cama.  El perro hay que sacarlo a pasear de inmediato e ir hasta la esquina para comprar algo especial… unas aceitunas, unas papitas saladas y un postre helado, más un vino añejo para hacer un brindis: Está emocionada; desea agradecer  de esa forma todas las atenciones y esfuerzo de Gabriel para con ella, los suyos y la construcción de ese hogar… Ahora el tiempo justo para arreglarse ella; quiere verse hermosa, especial… Javiera y Gabriel saben que esperar no es dejar pasar el tiempo sino crear un ámbito de espera.  Gabriel llega a casa con una caja de bombones para Javiera y una flor que cortó en el camino porque sabe que ella guardará uno de sus pétalos y le pondrá la fecha de ese día.

                En el caso 1 y 2 no hay capacidad de encuentro sino vecindad y distanciamiento del ser esencial: en el caso uno hay indiferencia y distanciamiento; en el dos, hay fusión y búsqueda de externos –la comida y el vino- para fusionarse y divertirse.  En el caso tres, hay encuentro, cordialidad, celebración, conocerse, respetarse, colaboración, gratitud: sensibilidad y valores que son expresión del amor que siente quien vive desde el ser esencial.

                Esta soledad que implica ensimismamiento, identidad, actuar desde sí, autenticidad, exige de la sensibilidad para captarse como único, como realidad personal y acoger a los demás del mismo modo.  Ello implica pasar etapas, vivir experiencias que posibiliten la toma de conciencia de lo que implica ser personas, ser íntimos (el hecho de que nadie puede sentir por ti tu dolor o alegría, nadie puede existir tu existencia), tener privacidad (educar el pudor para tomar conciencia de qué es lo público y qué es lo que se comparte no con todos sino con la familia, los amigos, la pareja…  Aprender a ensimismarse, a pensar y amar al otro; aprender a responsabilizarse y comprometerse, en la misma medida que nos vamos independizando; aprender a respetar, a ser agradecidos.  La educación de la sensibilidad exige educar en valores y educar en valores exige educar la sensibilidad.  Ambas cuestiones deben procurarse simultáneamente.


Necesidad de soledad: Requerimos de la soledad y del silencio para ensimismarnos, para descubrirnos y descubrir el valor de aquello y aquellos con quienes vamos construyendo nuestra propia historia de vida: En realidad cuando estamos a solas con nosotros mismos o, en el caso del creyente en dios, con Él,  se está solo pero sin sentirse solo.

          El peligro es que quien conoce esta soledad, después de una vida social vacía, no la considere como una forma de encuentro consigo y con los demás, para luego dar de sí mejor; sino se regocije en ella, prolongando la conversación consigo mismo y cayendo en una neurosis o solipsismo.  Lo importante es la reflexión sobre sí para comprender cuáles han sido nuestros errores y enmendarlos y no para exaltarlos, de tal modo que alimentemos la debilidad propia y la de los demás, sin ver la bondad, la belleza, la veracidad.  El hombre se ensimisma para volver más enriquecido y amar con mayor sabiduría; no para encerrarse en un aislamiento total o resignarse a llevar una vida de relaciones superficiales, que no le comprometan y, por lo mismo, le eviten todo sufrimiento.  El ensimismamiento es la reflexión tranquila que aprende a valorar, de tal forma se oriente la sensibilidad hacia lo valioso, distinguiendo, entonces, sensibilidad de emocionalismo en el cual caen personas que confunden sensaciones o emociones con el amor.

          Sensibilidad para detenernos y dedicarnos a lo valioso y valores claros para remediar o sanar las heridas, las confusiones. Ensimismarnos para saber quiénes somos y cómo acogemos a los demás en nuestras rutas de encuentros y desencuentros. Existir, actuar desde el corazón, con afán de bondad, belleza y verdad; pues esos son los valores que deben despertar y guiar a nuestra sensibilidad.